La semana pasada Puebla se convirtió nuevamente en noticia a nivel nacional. Lejos de cuestiones políticas como el espionaje o las pre, pre campañas, para desgracia de los poblanos y más de las mujeres que habitamos el estado, nuevamente una joven desapareció.
Como ya sabemos, esta vez se encuentra involucrada una empresa de taxis que forma parte de la nueva modalidad de brindar el servicio mediante una aplicación digital que se instala en nuestros teléfonos inteligentes. Ya de entrada, si de por sí no todos nos animamos aún a hacer uso de este tipo de unidades, creo que ahora menos. Por supuesto que no podemos generalizar pero desde el punto de vista de la mercadotecnia, que una empresa cuyo plus es brindar un mejor servicio con un costo menor se vea inmersa en semejante situación no le es nada favorable, ya que la sociedad de ahora en adelante pensará con desconfianza acerca de la misma.
En este nuevo caso la cuestión principal es la percepción de inseguridad para las mujeres que esto genera; se supone que para no correr riesgos mayores abordamos unidades que pertenezcan a una empresa, ya sea de las tradicionales en las que hacemos una llamadita o de las modernas vía aplicación, porque así nos aseguramos de saber la unidad que nos recogerá y hasta el nombre del chofer en el caso de las digitales; se supone que los choferes son personas confiables y que las empresas no contratan a cualquiera, además de que deben estar en contacto directo y constante con su central, así que lo que pasó genera serias dudas sobre la confiabilidad de esta nueva modalidad digital. Que recuerde en Puebla no había ocurrido una situación similar cuando no habían entrado al mercado estas aplicaciones.
Aclaro que no estoy totalmente en contra de Cabify ni de Uber, pero para su mala suerte, el verse envueltos en un caso así en una época en la que la desaparición de mujeres así como los feminicidios han ido a la alza, no les ayudará en nada a mejorar la percepción que la gente tiene de ellos y mucho menos a ganarse su confianza para aumentar la clientela. Al contrario, creo que le dará herramientas a sus detractores y sobradas justificaciones a la ciudadanía pero sobre todo a las mujeres, para dudar de la confianza de este tipo de servicios.
Sobre el mismo asunto, causó revuelo e indignación lo expresado por el rector de la Universidad Madero (UMAD), Job César Romero Reyes, y no es para menos.
Ahora resulta que la culpa de todo la tenemos las mujeres y la libertad que hemos adquirido en nuestros hogares para salir solas en los distintos medios de transporte. Por si fuera poco, este señor afirma que para remediar la situación la solución está en que se nos debe “reeducar”.
Creo que se le olvida al señor Rector que si no existiera el machismo, que si no imperara la tradición y la cultura de la violencia hacia las mujeres, en la que se incluye la trata de blancas, cuya cuna es el vecino estado de Tlaxcala de donde es originario (y donde fue detenido) el chofer que hasta el momento se presume es el culpable de la desaparición de Mara, no se nos tendría que “reeducar”, porque no habría motivo para temer por nuestra seguridad.
Se le olvida al señor rector que como sociedad interactuamos ambos géneros por lo que no es posible “reeducarnos” sin aplicarlo también al sexo masculino, quien por cierto ha sido nuestro verdugo durante generaciones y siglos.
Se le olvida al señor rector que su labor debería ser fomentar en la Universidad que dirige una educación con equidad y libre de violencia, la cual con sus declaraciones machistas y retrógradas deja entrever que es lo contrario, al prácticamente excluir de toda culpa a los varones.
Si la persona que está a la cabeza de una de las principales universidades de nuestro estado piensa semejante cosa, ¿Cómo esperamos que la mentalidad de los jóvenes se modifique? ¿Cómo podemos aspirar a dejar atrás los modelos tradicionales del machismo y la sumisión del sexo femenino?
Porque como he señalado, es labor de hombres y mujeres avanzar hacia una cultura en la que a pesar de nuestras obvias diferencias físicas, todas podamos tener una vida sin ningún tipo de violencia en todos los ámbitos y que podamos compenetrarnos sin tratar de demostrar quién es mejor.
Ojalá el rector reconsidere sus declaraciones porque únicamente contribuyen a acentuar el fenómeno de la violencia de género así como a justificarla.
Nos leemos el próximo domingo.
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