Los primeros datos apuntaban una victoria del expresidente derechista Sebastián Piñera en Chile. En su cuartel general en Santiago estallaron las celebraciones.

La radio Bio Bio, basada en el recuento de mesas elegidas, hizo una proyección que daba una gran ventaja de nueve puntos a Piñera sobre Alejandro Guillier, una victoria clara, muy por encima de lo esperado. El recuento oficial, con el 25% escrutado, confirmaba esa proyección y daba ocho puntos de diferencia, una derrota muy dura para Guillier.

Los piñeristas ofrecían datos de algunos lugares clave en los que habrían ganado y que mostrarían una tendencia definitiva. Esta victoria consolidaría en Chile el giro liberal de la región que arrancó en 2015 en Argentina con la victoria de Mauricio Macri, fiel apoyo de Piñera, tanto que incluso provocó una gran tensión diplomática al respaldarle abiertamente en plena campaña.

Guillier trató de convertir la elección en un plebiscito a Piñera, uno de los hombres más ricos del país, y movilizar el voto anti-derecha, pero no lo logró. Las encuestas, que apuntaban un empate técnico, volvieron a fallar.

Chile debatía si hacía un giro a la derecha con Piñera o se mantenía con Guillier en el eje de centro izquierda en el que se colocó con Michelle Bachelet hace cuatro años, y que ha dominado casi toda la etapa democrática reciente de este país. Pero lo cierto es que el cambio no será radical en ninguno de los dos casos. Incluso Piñera, en la recta final, ha aceptado indirectamente la polémica gratuidad de la educación universitaria que promovió Bachelet. Piñera, que no tiene mayoría en el Parlamento, necesita acercarse a diputados progresistas moderados para sacar adelante sus leyes, y eso garantiza un giro tranquilo.