La torpeza del régimen del presidente venezolano, Nicolás Maduro, por permanecer tercamente en el Poder y a toda costa, violando los más elementales principios de un Estado Democrático, beneficiándose de los ilegítimos excesos de un gobierno que se apoya en sus privilegios gracias a la ayuda de burócratas devotos, ha llevado a este país al total colapso político y económico.

 

El vertiginoso desplome de la economía, el allanamiento de las instituciones democráticas, la intensificación de la inseguridad ciudadana, la falta de medicinas y servicios básicos, entre otros tantos aspectos, describe al país llanero es una situación absolutamente caótica. La desastrosa recesión del llamado “Socialismo del Siglo XXI” de Hugo Chávez no fue más que un estrafalario proyecto de permanencia en el poder para obtener inmensos provechos de las finanzas públicas y donde no se ha hecho ningún intento por proteger la atención médica y la educación de su población, las dos pretendidas columnas de los programas del gobierno.

No hay duda que su más reciente “reelección” no fue más que una burda obra teatral, una mórbida mofa, donde casi todas las grandes democracias de la Unión Europea, los Estados Unidos de Norteamérica, Canadá, los países del Grupo de los 7 y gran parte de América Latina la han censurado y niegan a reconocer su legitimidad; pero, claro, con excepción de sus conocidos aliados como son Cuba, Rusia, Nicaragua, Bolivia e Irán.

Con el pasar de los años, los integrantes del régimen han sido acusados de violaciones a los derechos humanos y, en especial, en el “blanqueo” de enormes sumas de dinero y seguidos por una cercana vigilancia de la DEA donde el tráfico de drogas compromete al círculo más cercano del Mandatario llanero e, incluso, llevando ya a la fiscal de la Corte Penal Internacional a examinar sobre los abusos del régimen contra la población civil, a lo que Maduro y su camarilla -muy probable- serían obligados a sentarse en las sillas de acusados ante la Corte de La Haya y terminar sus años tras las rejas.

No hay duda que Maduro no tiene el mínimo conocimiento de cómo restablecer la economía, restituir la bonanza que alguna vez gozó ese país o revertir la profunda crisis que su envilecida política ha desencadenado.

Lo que aparentemente no se llega a comprender que, estando el país sumido en una implosión alucinante y donde la centralización y concentración del Poder en manos de Maduro, que no hace más que seguir instigando a la fractura de una sociedad y sin mostrar en estos últimos cinco años desde que asumió la presidencia resultado alguno para su permanencia en el cargo, aparte de su desmedida insolencia de aferrarse al poder, vale la oportunidad de preguntarse: ¿Temor a dejar el Poder? o ¿Poder sólo por poder?

A mi criterio, creo que la respuesta debiera centrase a la primera incógnita, pues hace solo algunos años era posible que, hasta, perversos y siniestros dictadores pudieran salir de sus tronos y vivir en otros países. Recordemos, a manera de ilustración, como terminaron sus días el perverso presidente ugandés Idi Amin o el filipino Ferdinand Marcos o el zaireño Mobutu Sese Seko que fueron recibidos por otros países donde permanecieron y vivieron tranquilamente.

Pero, una fuerte hipótesis que se maneja es que el probable refugio de Maduro sería Cuba bajo el supuesto que el régimen de la Habana tenga la seguridad de seguir siendo abastecido por un petróleo subsidiado, contar con créditos suficientes y una buena fuente de ingresos que les permita gozar de cierta estabilidad política y económica.

Algunos analistas han revelado que Venezuela ha estado comprando petróleo en los mercados internacionales -especialmente Irán- para enviarlo a Cuba en condiciones inmejorables de crédito; y, por supuesto, ayudar a Maduro a mantenerse en el poder les resulta más provechoso que a obligarlo a salir. De manera que, el soporte que les viene asistiendo el actual régimen venezolano constituye una cuestión inevitable de estabilidad para el régimen castrista.

En esa lógica, si existiera otra posibilidad en que los cubanos obtengan empréstitos y condiciones financieras internacionales que les permitiera sobrevivir sin el riesgo de perder la subvención venezolana, a vista del régimen castrista, Maduro podría convertirse prontamente en una extraordinaria moneda de cambio.

 

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