La publicación BMJ Case reports, recoge un caso sorprendente. La protagonista es una paciente británica que se sonó la nariz en su trabajo. Pero lo hizo con una fuerza tan extrema que, al cabo de uno segundos, perdió la visión de ambos ojos. Luego, comenzó a sangrar por la nariz, y sintió un enorme dolor en el rostro.

Los médicos le diagnosticaron un enfisema ocular, una dolencia provocada por la rotura de la lámina papirácea, que es la parte del hueso etmoides (uno de los que forman el cráneo) en la que están situados los ojos. La fractura fue provocada por la enorme fuerza que empleó la mujer al sonarse.

La lámina papirácea tiene muy poco grosor, así que es fácil que se rompa si sufrimos un traumatismo fuerte en el rostro. Entendemos por tal, una caída o recibir un puñetazo. En principio, sonarse no debería suponer un riesgo para sufrir este tipo de fractura. Con todo, los médicos explican que los casos como este, aunque no son habituales, suceden en algunas ocasiones. En enero de este año, la misma publicación recogía otro suceso relativamente parecido, en el que una mujer sufrió una perforación de la laringe por aguantarse un estornudo.