Amsterdam tiene una tradición liberal desde hace siglos, se tiene registro de la práctica de la prostitución en negocios con escaparates desde el siglo XVII, en los pisos bajos del Barrio Rojo de Ámsterdam, como mercancía humana en alquiler por horas.
A inicios del siglo pasado, en 1911, esta práctica pasó a la legalidad y hasta el día de hoy sigue enriqueciendo a la ciudad gracias a mujeres procedentes de Latinoamérica y África.
Durante muchos años la economía giró en torno al turismo sexual y del consumo legal de drogas, pero en fechas recientes, el ramo inmoviliario esta tomando fuerza, esto enfocado a profesionales de alto standing y familias, que conviven mal con las hordas de turistas low cost empapados en alcohol y haciéndose selfies de mal gusto delante de las vitrinas.
A partir del 1 de enero quedaron prohibidas las visitas guiadas al Barrio Rojo, según la decisión del el Ayuntamiento de Ámsterdam.
Las excursiones tendrán lugar solamente hasta las 19:00 horas y no podrán estar compuestas de más de 15 personas. Además cada turista debe pagar un impuesto extraordinario al que se ha puesto el nombre de «cuota de entretenimiento».
El Ayuntamiento está estudiando, además, conceder licencias para que las prostitutas puedan trasladarse a otra zona en las afueras de la ciudad, una forma, argumentan, de que las mujeres dejen de ser acosadas por las fotografías constantes de los turistas y para que puedan trabajar en el anonimato.
En 2017, Ámsterdam pasó a formar parte de la lista de ciudades que integran el índice global de la burbuja inmobiliaria del banco de inversión suizo UBS y ahora es la séptima después de Londres y Nueva York en términos de relación precio-ingresos, con un precio medio de venta de 448.000 euros en el último trimestre de 2018.
Según la Federación de Asociaciones de Vivienda de Ámsterdam (AFWC), no hay suficientes viviendas asequibles, a pesar de que el 39% de las casas de la ciudad son viviendas sociales, lo que está elevando los precios en un movimiento que parece no tener fin.
Asociaciones de vecinos y propietarios han presionado al Ayuntamiento hasta que ha visto la luz esta nueva normativa, que sin embargo es presentada como una iniciativa «por respeto a las mujeres».
«Ya es hora de dejar de ver a las trabajadoras sexuales como una atracción turística«, ha dicho el concejal y político progresista Udo Kock, que anunció estas nuevas medidas destinadas a «limpiar» el distrito de la prostitución.
Según las cifras que ofrece el Ayuntamiento, una media de diez grupos guiados se detienen cada hora en la Oudekerksplein, el corazón del Barrio Rojo, lo que puede alcanzar hasta 48 grupos de turistas en hora punta. Las molestias, el ruido y la basura arrojada en las calles por los visitantes alcanza niveles insoportables y Kock subraya también que «ya no es de esta época que los turistas acudan en masa a ver a las trabajadoras sexuales«.
Algunas calles serán incluso completamente cerradas por las noches para «aliviar» la saturación y limpiar la zona.
La alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, «Convertir la prostitución en una atracción turística es humillante e inaceptable«, defiende, como si se tratase de un fenómeno de reciente aparición.
La ley holandesa de octubre de 1998 ampara tanto a los clientes como a las trabajadoras del sexo en el ejercicio de la actividad, siempre sujeta a impuestos municipales.
El texto se tramitó en su momento para «dar mayor protección a las prostitutas, evitar el tráfico de mujeres y la explotación de menores».
A final de cuentas solo el dinero logró buscar la forma de disminuir la explotación de las mujeres para dar paso a las ganancias que el ramo inmobiliario está generando