Después de varios días de agitación, Venezuela vuelve a sumirse en el estancamiento político. Con este panorama, ¿qué es lo que sigue?
Tras cuatro meses enfrentados, ni el dictador Nicolás Maduro ni el líder opositor Juan Guaidó consiguen dar el golpe de gracia a su rival mientras el país se hunde en una espiral de abandono, aislamiento y desesperación.
Sin descartar los giros abruptos o las jugadas de poder entre bambalinas, da la sensación de que ambos bandos están atrincherados en sus posiciones: son demasiado fuertes para ser derrotados y demasiado débiles para lograr una clara victoria.
La oposición y su principal apoyo, Estados Unidos, tienen pocas opciones luego de que Guaidó, que funge como presidente la Asamblea Nacional, se paró el martes en el exterior de una base militar y pidió a las fuerzas armadas que derrocasen a Maduro. El plan fracasó. En su lugar, el jefe del ejército venezolano juró lealtad al dirigente y cuatro personas fallecieron en choques entre manifestantes y policías luego de la arriesgada maniobra opositora para asumir el control.
Las calles de Caracas recuperaron la tranquilidad el jueves tras la violencia de las dos jornadas previas. El nuevo plan de Guaidó es avanzar hacia una huelga general, para la que no se conoce fecha y cuya efectividad está en duda en un país con una economía destrozada y una población exhausta.
Un experto en Venezuela informó que la oposición y Washington enfrentan ahora la difícil tarea de trazar una nueva salida tras ver como solo un pequeño contingente de las fuerzas armadas se unió a Guaidó en el exterior de la base, sin indicios de que otras unidades atendieron al llamado al alzamiento.
“Solo puedes jugar esta carta una vez, y ahora que se ha jugado es complicado ver qué más se puede hacer”, dijo Fernando Cutz, quien hasta el pasado 28 de abril dirigió la política estadounidense hacia Venezuela en el Consejo de Seguridad Nacional, tanto como con el presidente Barack Obama como con el magnate Donald Trump.
Al mismo tiempo, el gobierno de Maduro está sometido a una enorme presión y enfrenta el rechazo de gran parte de la población mientras intenta encaminar el rumbo de un país en descomposición. El hecho de que todavía no se haya arrestado a Guaidó tras acusarlo de intentar perpetrar un golpe de Estado sugiriere que no tiene seguridad suficiente para hacerlo y que se muestra cauto ante cualquier incremento en la presión diplomática y económica de Estados Unidos y de las decenas de países que reconocen a Guaidó como el presidente legítimo.
Cualquier intento de detener a Guaidó sería “altamente inflamatorio”, apuntó Eileen Gavin, analista para Latinoamérica de Verisk Maplecroft, una consultora de riesgo global.
“Desde la perspectiva de Maduro, podría ser mejor desacreditar a Guaidó como una simple molestia y un títere de Estados Unidos, lo que socavaría el vacilante movimiento de Guaidó y, una vez más, dividía a la fracturada oposición venezolana”, informó Gavin en un reporte.