Las divisiones ideológicas que atenazan a los Demócratas se intensificaron ayer miércoles en un agrio debate entre los aspirantes a la candidatura presidencial centrado en la sanidad, la inmigración y las cuestiones raciales, una contienda que puso a prueba la fortaleza de la candidatura de Joe Biden.

El exvicepresidente, favorito en los primeros compases de las primarias, se vio obligado repetidas veces a defender sus antecedentes políticos de décadas frente a ataques específicos de sus rivales más jóvenes, que argumentaron que la relación de ocho años de Biden con el presidente Barack Obama no es una razón suficiente para que él sea el nominado demócrata.

Los ataques más directos a Biden en el segundo debate presidencial del partido llegaron de la senadora, Kamala Harris, de California, que declaró que la disposición de él para trabajar con partidarios de la segregación en el Senado federal durante la década de 1970 pudo tener consecuencias dramáticas sobre el avance de candidatos de minorías étnicas en puestos políticos. Y, señaló, podría haber evitado que ella y el también aspirante presidencial Cory Booker, ambos de raza negra, llegaran a ser senadores.

Cuando se vio presionado, Biden, de 76 años, aludió varias veces a su conexión con Obama.

Estamos hablando de cosas que pasaron hace mucho, mucho tiempo”, dijo Biden. “Todo el mundo está hablando de lo terrible que soy en estos asuntos. Barack Obama sabía quién era”.

La dinámica mostró los desafíos que esperan a Biden y su partido mientras los demócratas intentan reconstruir la coalición joven y multirracial que ayudó a Obama a ganar dos elecciones presidenciales. El debate dejó al descubierto las muchas caras de esas diferencias, desde la sanidad y la inmigración a los derechos reproductivos de las mujeres.

Sin embargo, fue la conversación sobre la raza lo que supuso una escalada en las primarias. Los sondeos muestran que Biden tiene mucho más apoyo entre los votantes de minorías que sus rivales, especialmente en el crucial estado de Carolina del Sur, que vota antes.

Muchos demócratas preferirían evitar la lucha interna, habitual en casi todas las primarias, y que los aspirantes se centraran en cambio en derrotar a Trump. Varios aspirantes dijeron que Trump debería ser impugnado y otros le llamaron racista.

Lo primero que voy a hacer es desinfectar la Oficina Oval”, dijo la senadora por Nueva York, Kirsten Gillibrand.

Por primera vez en la campaña, Harris recibió duros ataques a su plan de ofrecer sanidad universal. Esta semana recibió críticas de todas direcciones tras presentar un plan en el que los seguros privados jugarían un papel con estricta regulación del gobierno, pero quiere una transición a un sistema de pagador único gestionado por el gobierno en 10 años.

Aunque las votaciones no comienzan hasta dentro de seis meses, hay una cierta urgencia entre los demócratas por reducir el número de candidatos.

La presión ha hecho que muchos demócratas se vuelvan unos contra otros en las últimas semanas. Sin embargo, lo que tenían en común era su visión del impacto de Trump en Estados Unidos.