Al menos un empleado de la embajada estadounidense en Bagdad, Irak, resultó herido tras un ataque con cohete registrado durante la noche en la sede diplomática, según dijo el lunes personal de la embajada.

El cohete se estrelló contra un restaurante en el complejo de la embajada, señalaron dos empleados que hablaron bajo condición de anonimato porque no estaban autorizados a informar a la prensa. No especificaron la nacionalidad de la persona herida ni la gravedad de sus heridas.

Los choques violentos entre fuerzas de seguridad y manifestantes contrarios al gobierno continuaron durante la noche, y un manifestante murió en una violenta operación de seguridad en el sur del país.

La embajada estadounidense se encuentra en la Zona Verde de la capital iraquí y ha sido una fuentes de tensiones regionales entre Estados Unidos e Irán, que se han materializado en Irak en las últimas semanas. Los partidarios iraquíes de una milicia respaldada por Irán asaltaron el complejo de la embajada el 31 de diciembre, destrozando la puerta principal y prendiendo fuego a la zona de recepción.

Al menos cinco cohetes katyusha cayeron el domingo en la Zona Verde, según un comunicado del Ejército estadounidense. Fue el tercer ataque con cohetes contra la embajada este mes, y en un principio se desconocía quién era responsable. Los ataques previos no causaron heridos.

Estados Unidos ha acusado a las milicias respaldadas por Irán de atacar intereses estadounidenses al atacar bases militares donde hay estadounidenses y misiones diplomáticas.

El primer ministro iraquí, Adel Abdul-Mahdi, condenó el ataque en un comunicado y reiteró el compromiso de Irak con la protección de las delegaciones diplomáticas en el país.

Irak lleva cuatro meses envuelta en manifestaciones que denuncian corrupción en el gobierno, el alto desempleo y la influencia iraní en la política del país. Las fuerzas de seguridad han matado al menos a 500 manifestantes. El país también afronta una disputa política en torno al nombramiento del próximo primer ministro.

La muerte del último manifestante se produjo durante una violenta operación para desmantelar un campamento de protesta en la ciudad sureña de Nasiriyah, según dijeron un activista y una fuente médica, que habló bajo condición de anonimato en línea con regulaciones internas.

La policía empleó munición real para dispersar a la gente de una plaza en el centro de la ciudad, donde los manifestantes realizaban una sentada. Más tarde se prendió fuego al campamento. En un primer momento no estaba claro si habían sido fuerzas de seguridad o grupos desconocidos quienes provocaron el incendio. La ciudad ha registrado frecuentes choques con el movimiento de protesta.