El reverendo Jorge Ortiz-Garay repetía esa palabra en español cuando alentaba a los adolescentes para que no dejasen los estudios, cuando alimentaba a los indigentes y cuando consolaba a quienes habían perdido un ser querido.
Y esa es la palabra que usan sus feligreses para rendirle homenaje a ahora, por más que la pandemia no les permita reunirse para llorar a su querido “padre Jorge”.
El pastor de la Iglesia Santa Brígida de Brooklyn fue el primer clérigo católico de Estados Unidos que fallece a raíz del brote de coronavirus. Tenía 49 años.
Pocos días antes de su muerte el 27 de marzo, ofició una misa. Dijo que estaba bien y que “la única forma de combatir el virus” era a través del amor y el servicio a los demás. Igual que los de otras iglesias de todo el mundo, los bancos de la Santa Brígida estaban vacíos ese día. Pero decenas de personas rezaron con él desde sus casas, vía livestream.
“El mundo entero está en crisis”, expresó el religioso. “En esta época de crisis y pánico, hay que amar y vivir nuestra fe”.
La fe fue lo que hizo que Ortiz dejase su México natal, donde se había recibido de abogado, y siguiese el camino del sacerdocio. Se inscribió en un seminario en Italia en la década de 1990 y luego estudió teología en Nueva Jersey antes de ser ordenado en la arquidiócesis de Newark en el 2004.
Una década después empezó a trabajar en la Santa Brígida en Wyckoff Heights, en Queens, donde hay una gran comunidad hispana. Fue coordinador diocesano del ministerio de los inmigrantes mexicanos y organizó el festejo anual de Nuestra Señora de Guadalupe de la diócesis de Brooklyn, que incluye una misa a la que asisten miles de personas y un peregrinaje en el que los fieles llevan antorchas por las calles de Nueva York.
“En la comunidad, era conocido como un padre, un padre de mucha gente”, dijo el reverendo Joseph Dutan, un cura de 31 años de Santa Brígida que vivía en el piso de arriba en la rectoría y quien estuvo a su lado cuando ofició su última misa.
“Tenía fama de ser alguien que siempre te iba a apoyar en persona”, dijo Dutan. “Alguien a quien podían acudir si necesitaban ayuda”.
Dutan señaló que su mentor era duro cuando había que serlo y que le encantaba hacer bromas. Pero tenía un gran corazón y, por sobre todas las cosas, era devoto de su comunidad.
En fotografías se ve un Ortiz dichoso en el púlpito, con sotanas que tenían bordada la imagen de la Virgen de Guadalupe. En una se lo ve arbitrando una supuesta pelea entre dos adolescentes que lucen coloridos sombreros de ala ancha. Hay videos en los que aparece cantando villancicos en español. Se enorgullecía mucho de su trabajo con los jóvenes, incluido un viaje a Panamá el año pasado con motivo del Día Mundial de la Juventud.
Erik Chauca, un exsacristán de 18 años, dice que el “padre Jorge” lo convenció de que reanudase los estudios después de que los había dejado. “No sé qué estaría haciendo hoy. Todo gracias a él”, expresó.
“Se preocoupaba mucho por mí”, declaró Chauca llorando. “No puedo creer que se nos haya ido”.
Todo pasó muy rápido, según Dutan. Después de la misa, Ortiz se sintió mal y pensó que era un resfriado menor ya que por años sufrió de una bronquitis crónica. Su estado empeoró. Se sintió débil y le preguntó a Dutan si podía oficiar las misas en inglés y español. Llegó un momento en el que no salía de su habitación, indicó Dutan.
“El lunes por la tarde me dijo, ‘llévame al hospital’”. Dutan llamó a una ambulancia. Quería acompañar a su mentor, pero le dijeron que no podía hacerlo por razones de seguridad.
Se mandaron mensajes mientras Ortiz estaba hospitalizado en el Wyckoff Heights Medical Center de Brooklyn, donde se comprobó que tenía el COVID-19.
“Me dijo: ‘Joseph, no tengo miedo. Sé que el Señor está conmigo. Tal vez pueda celebrar las Pascuas con el Señor’”, relató Dutan.
“Padre, necesitamos que vuelva con nosotros. ¡Bien sabe que no puedo cantar!”, le escribió Dutan. “Tienes razón. Ja ja ja”, respondió el padre Jorge.