Francia está sufriendo una de las sequías más severas de las últimas décadas, agravada por una ola de calor a comienzos de agosto, con graves consecuencias para la agricultura, como un bajón de la cosecha de cereales y muchos menos pastos para el ganado.

La escasez de lluvias se arrastra desde la primavera, en particular desde el mes de abril, y afecta muy en particular a regiones del norte del país como Hauts de France, Champagne-Ardenne, Ile de France, Borgoña y Alta Normandía, explica el servicio meteorológico francés en un boletín publicado en su web.

La situación ha ido empeorando con el paso de los meses y en particular con julio, marcado por un déficit de pluviometría del 70 % de media que llega al 90 % en zonas del noreste, del valle del Loira y del suroeste.

Con menos de 20 litros de precipitación por metro cuadrado de media, este mes de julio ha sido el menos lluvioso en las últimas seis décadas, según Météo France.

Lejos de mejorar, la situación ha empeorado en agosto con una canícula que se ha prolongado durante una semana, hasta el pasado jueves en algunas zonas, con máximas superiores a los 35 grados en buena parte del interior del país y localmente picos por encima del umbral de los 40.

RESTRICCIONES EN 77 DEPARTAMENTOS

Hay medidas de restricción en el uso del agua en 77 del centenar de departamentos del país. Las pérdidas para la agricultura ya empiezan a ser cuantificables para algunos productos. Según el gabinete Agritel, la cosecha de trigo blando este año se va a limitar a 29,22 millones de toneladas, lo que significa la tercera más baja en 25 años, y un 26 % de caída respecto a 2019.

Francia, que acostumbra a exportar la mitad de su trigo -una aportación importante para limitar su déficit comercial- este año solo pondrá vender en el extranjero unas 13 millones de toneladas (frente a 21 en 2019), con el riesgo de perder algunos clientes importantes en el Magreb y en Egipto, frente a Rusia.

Primero hubo un problema de exceso de lluvia en el momento de la siembra y durante el resto del otoño, que impidió que el trigo echara raíces correctamente, y luego escasez de agua en primavera. Al final, el rendimiento han bajado un 13,65 % en un año, a una media de 6,83 toneladas por hectárea.

Algunos agricultores tuvieron que renunciar al trigo por la imposibilidad de sembrar en condiciones y la superficie del cultivo se redujo casi un 15 % respecto a la campaña precedente, a 4,28 millones de hectáreas.

MERCADO DE LA CEBADA, SATURADO

Buena parte de ellos optaron entonces por poner cebada, pero el cálculo les ha salido mal. El mercado de este cereal, utilizado en primer lugar para la cerveza, está ahora saturado.

Como otras bebidas que se consumen sobre todo en bares y restaurantes, el consumo ha bajado radicalmente primero por el confinamiento y luego por la apertura solo a medio gas de los establecimientos de hostelería y de ocio nocturno.

Luc Smessaert, vicepresidente del primer sindicato agrario francés, la FNSEA, cuenta a Efe que la sequía va a causar también una caída fuerte en la producción de remolacha azucarera y de maíz, y bajará las reservas de hierba que los ganaderos esperaban guardar para el invierno, y que ahora tendrá que ser sustituida por piensos.

El ministro de Agricultura, Julien Denormandie, ha presentado esta semana medidas de ayuda con carácter excepcional, como el avance en el pago de una parte de las subvenciones de la Política Agraria Común (PAC), aplazamientos o reducciones en las cotizaciones sociales, desgravaciones impositivas, la activación del régimen de calamidad agrícola.

También derogaciones que permitirán modificar en 60 departamentos el régimen de obligaciones de las tierras en barbecho para poderlas utilizar para pastos.

Smessaert considera que algunos de esos dispositivos pueden aportar un cierto alivio de tesorería, pero no responden a la dimensión de las necesidades, sobre todo de los ganaderos para comprar alimento que sustituya a los pastos secos.

El responsable de la Federación Nacional de Sindicatos de Explotadores Agrícolas (FNSEA) considera que hacen falta políticas más estructurales para hacer frente a un fenómeno recurrente como las sequías, y muy en particular embalses para el riego.

Francia -explica- únicamente embalsa el 3 % del agua caída para el verano, mientras que España lo hace con el 20 %.