Por JOSÉ MARTÍNEZ M.

Una catástrofe es también una nueva oportunidad para los negocios”, solía decir John D Rockefeller, mejor conocido como el rey del petróleo.

Y como el fundador de la dinastía Rockefeller, ahora el rey de las telecomunicaciones, el magnate Carlos Slim ha visto una “oportunidad” de negocio enmedio de la catástrofe sanitaria.

Si todo marcha como lo tiene previsto con la vacuna contra el covid-19, Carlos Slim contempla embolsarse alrededor de mil millones de dólares. Eso sólo en México con las compras negociadas tanto con el gobierno federal como con los gobiernos estatales.

La producción para México está estimada en 180 millones de dosis, aunque se producirán 250 millones de vacunas. El plan es atender a toda Latinoamérica que representa un mercado de 650 millones de personas.

El negocio es tan lucrativo que todos los laboratorios del mundo se disputan el mercado. Hay 7 mil millones de personas que ansían con desesperación una vacuna.

Slim lo sabe, es un hombre que huele y sabe dónde está el dinero.

Hace 150 años, John D. Rockefeller comenzó a amasar su fortuna vendiendo un brebaje misterioso que, según él, era infalible para curar el cáncer. El brebaje resultó falso pero Rockefeller obtuvo millonarias ganancias.

Como el fundador de la Standard Oil, Slim es ante todo un comerciante que vende en sus tiendas desde chucherías hasta los más sofisticados componentes tecnológicos. Así al paso de los años ha visto engrosar sus bolsillos hasta nadar en dinero y convertirse en una ballena en una laguna.

La especulación es parte del negocio, pero en este caso Slim tiene un mercado cautivo.

Cierto. Slim to lo ve en función de números.

Es el auténtico representante del dinero sagaz.

A mí los números me hablan. Me bailan”, dice.

Para él un reporte financiero de la Bolsa de Valores es como una revista de Playboy.

Y en función de números vio el negocio en medio de la pandemia. La vacuna para atacar el covid es para él, uno más de los negocios multimillonarios gracias a sus contactos políticos.

Para este moderno rey Midas, centavos más centavos menos la vacuna le va a dejar en México una ganancia en cientos de miles de millones de dólares, con una inversión inferior a 50 millones de dólares en su investigación y producción.

Nada mal para este cazador de negocios de apetito insaciable pero codicioso hasta con su propia persona. Los mismos trajes, los mismos zapatos, relojes baratos y ahorrativo hasta la médula.

El desarrollo de la vacuna es un negocio entre privados.

Aun así, antes de hacer el anuncio oficial, Slim en un acto de cortesía lo comunicó al presidente Obrador. Obvio el tabasqueño lo vio como un salvavidas político para su gobierno y como un catalizador de votos.

De ahí la premura para que esté listo antes del proceso electoral del próximo año.

Es evidente que tanto los gobiernos de México y Argentina se montaron en el proyecto al ver el impacto político que buscan abonar a su favor.

La vacuna responde a la asociación de la Fundación Slim con el laboratorio anglosueco AstraZeneca que cuenta con la participación de investigadores de la Universidad de Oxford y la colaboración de expertos de la biotecnológica mAbxience. En Argentina participa el laboratorio Masayans y en México está por designarse a la empresa farmacéutica que se encargará de envasar la vacuna y el proceso de distribución.

No se trata de ningún acto altruista. Es un negocio y punto.

Si lo fuera, Slim podía haber apoyado con medicamentos a través de su fundación a los niños con cáncer. Vaya, Slim es dueño de la red de los hospitales Star Médica pero operan en todo el país con fines estrictamente lucrativos.

Cuando Carlos Slim buscó competir en el mercado estadounidense con sus empresas, acudió a una vieja fórmula para ganar aceptación de las élites. Aportó más de 100 millones de dólares para proyectos de investigación contra la cura del cáncer en la Universidad de Harvard.

Cuando hubo de necesidad de utilizar políticamente su influencia para atacar a sus críticos, recurrió a su faceta de mecenas para quejarse ante las autoridades de Harvard de que estaba siendo severamente cuestionado por académicos de esa universidad que lo pusieron bajo su lupa como un beneficiario del salinismo con la entrega del título de concesión de Teléfonos de México gracias a sus contactos políticos.

Pero en México, Slim es otra cosa.

Según le convenga cambia de cachucha o de máscara.

Ahora aparece con el disfraz de un falso filántropo.

La vacuna es un negocio y como tal se está manejando.

Para atraer el apoyo y las simpatías del gobierno ha negociado con el presidente Obrador la disposición de la vacuna.

Así, mientras Slim lucrará económicamente con la desgracia, Obrador lucrará políticamente.

Y como Slim no regala nada, para él no hay cosa más desagradable que lo confundan con Santa Claus.

Lo malo, es que Slim, el mítico rey Midas, como Rockefeller gana dinero aún en la peor de las catástrofes. Para él no importa que se haya enriquecido a costa de la empresa más lucrativa, como lo es Teléfonos de México, que fue parte del patrimonio de los mexicanos.