Los gobernantes de Bielorrusia, Brasil, EE.UU., India, México, Reino Unido, Rusia, Turquía y Turkmenistán fueron galardonados este jueves con el disparatado premio Ig Nobel de la Universidad de Harvard, por usar la pandemia para enseñar al mundo que los políticos pueden “tener un efecto más inmediato” sobre la vida y la muerte que los científicos y los médicos.

En una ceremonia virtual y no desde su sede tradicional, el Teatro Sanders de la universidad estadounidense, se concedió a Aleksandr Lukashenko (Bielorrusia), Jair Bolsonaro (Brasil), Donald Trump (EE.UU.), Narendra Modi (India), Andrés Manuel López Obrador (México), Boris Johnson (Reino Unido), Vladímir Putin (Rusia), Gurbanguly Berdimuhamedow (Turkmenistán) y Recep Tayyip Erdogan (Turquía) el premio a la “Educación Médica”.

Los ganadores no pudieron o no quisieron acompañarnos esta noche”, apuntó el presentador, quien recordó que en 2013 Lukashenko ya había sido acreedor del Premio Ig Nobel de la Paz “por ilegalizar aplaudir en público”.

El galardón ese año también fue concedido a la Policía Estatal de Bielorrusia.

En esta ocasión el Premio Ig Nobel de la Paz fue para los “Gobiernos de India y el Pakistán, por hacer que sus diplomáticos tocaran a escondidas los timbres de sus puertas en medio de la noche, y luego huyeran antes de que nadie tuviera la oportunidad de abrir la puerta”, según el veredicto.

No estamos en el Teatro Sanders. La pandemia de la COVID-19 nos tiene a todos en casa. Así que hagan lo que les venga en gana”, dijo, en alusión a las recomendaciones no comer en el escenario de la ceremonia o ubicar la salida de emergencia más cercana, Mellissa Franklin, profesora de Física de la Universidad de Harvard.

En las palabras de apertura, Franklin aseguró que “el año que viene, o cuando sea que volvamos a estar todos juntos en el Teatro Sanders, les pediremos que guarden un poco la línea”, pero por el momento pidió tener aviones de papel para disfrutar la ceremonia.

En lugar de espectadores, una réplica animada del teatro se llenó de insectos que lanzaban aviones de papel y aplaudían por la 30 edición del poco tradicional espectáculo.

Los premios fueron anunciados desde múltiples lugares por anfitriones con sombreros u objetos alusivos a los insectos para recordar que “lo lamentarán cuando ya no estén”.

Uno de ellos, el de «Acústica», fue para investigadores de Austria, Suecia, Japón, EE.UU. y Suiza por lograr que una hembra cocodrilo gruñera en una cámara hermética llena de helio.

También recibieron el premio de Psicología investigadores de Canadá y EE.UU. por idear un método que identifica a los narcisistas examinando sus cejas, mientras que el de Economía lo recibió un grupo de expertos de distintos países que intentó cuantificar la relación entre la desigualdad de los ingresos de los distintos países y la cantidad media de besos.

Durante la disparada ceremonia, animada con fanfarrias y acordes musicales de todo tipo, los premios fueron simbólicos, ya que, a diferencia de los Nobel tradicionales, los ganadores no reciben dinero y pasan muy pronto al olvido sin influir en la ciencia y la medicina.