La Asociación Internacional de Fomento (AIF) acepta que ha redoblado esfuerzos financiando a 74 países, con 82 mil millones de dólares; sobre todo son economías africanas, latinoamericanas y del Caribe.

Sin las ayudas a América Latina y el Caribe, en la región se habrían incrementado entre 20 a 30 millones el número de nuevos pobres y por el momento se ha logrado contener.

El FMI, también con sede en Washington y que dirige Kristalina Georgieva, enfoca sus análisis hacia los crecientes niveles de endeudamiento que quedarán como resultado de los empréstitos, fondos de ayuda, apalancamientos de emergencia y préstamos sin miramientos que todos los organismos han soltado para evitar que el mundo colapsase con las cadenas productivas interrumpidas por los confinamientos decretados en varios países.

Si antes de la pandemia, diversos países industrializados y otros en vías de desarrollo ya tenían sus niveles de endeudamiento interno en un semáforo en rojo, el mundo pospandemia tendrá niveles inusitados de endeudamiento para el que habrá que crear una salida efectiva.

El FMI avizora un nuevo ciclo de presiones de la deuda externa sobre del PIB y de la deuda interna sobre del PIB pero también de niveles de déficit que terminarían socavando la capacidad de ahorro interno.

El resultado sería un mundo asfixiado por no poder pagar, ni lo que se debe hacia afuera, ni lo que se gasta hacia adentro; a las puertas del organismo han tocado 80 países solicitantes de financiamiento urgente según reconoce el propio ente acreedor.

Hasta Irán que tenía décadas sin acercarse a pedir un crédito se ha visto abocado a solicitar de urgencia 5 mil millones de dólares y Venezuela lo ha intentado varias veces de manera infructuosa ante la negativa de concederle dinero al régimen de Nicolás Maduro hoy en día dispuesto a cambiar petróleo por vacunas ante la falta de liquidez.

La estrategia pasa por lo mismo conocido de siempre, la receta de toda la vida cuando una economía queda cimbrada y hay que evitar su quiebra: préstamos, subsidios, ayudas, rescates con programas de reformas incluidos y en muchos casos subida de impuestos.

Sufre la microeconomía pero también lo hace la macroeconomía, la pandemia del SARS-CoV-2 ha creado la tormenta perfecta poniendo a los gobernantes y a las autoridades sanitarias ante el dilema de la bolsa o la vida.

A COLACIÓN

El FMI cuenta con 50 mil millones de dólares a través de sus servicios financieros de emergencia para países de bajos ingresos y mercados emergentes atenazados por el coronavirus.

También está disponible la Línea de Crédito Flexible (LCF) creada desde marzo de 2009 como un mecanismo para prevenir crisis, los desembolsos “no se hacen en fases ni están condicionados al cumplimiento de metas de política económica” como acontecen en los programas de toda la vida del FMI.

La pobreza y la deuda, los dos son espectros de un mismo mal: una crisis económica que esta vez ha sido provocada por un shock distinto al de otras ocasiones y que nada tiene que ver con una crisis del petróleo, de la deuda, de la inflación, cambiaria y con fuga de capitales; o de la banca, de la bolsa ni ha sido en general financiera.

Lo que actualmente se discuten son los mecanismos de salida de la crisis económica y cómo enfrentar las nuevas distorsiones en el renglón de los niveles de endeudamiento; en los niveles de pobreza; en los niveles de desempleo y en los niveles de precariedad.

En el intercambio virtual de análisis, entre el BM y el FMI, en la Reunión de Primavera 2021 -desde el 5 al 11 de abril- participan ministros de finanzas, de economía, titulares de organismos internacionales y directores de bancos centrales.