Un Tratado Internacional de Pandemias es un primer cimiento para llevarlo a otros foros multilaterales hasta que, adquiera, un carácter global y pueda quedar suscrito al amparo de la OMS y de la ONU.
El impulsor de la idea es Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, bajo un diseño de cooperación, interrelación, proactividad, acceso a la información, a la técnica y sobre todo que busca impedir que vuelva a darse la interrupción en las cadenas de suministro como acontece en la actual crisis sanitaria.
Pero también tiene un carácter preventivo, para detectar que un virus, una bacteria, un hongo o cualquier amenaza biológica sea neutralizada a tiempo; contar con un protocolo internacional de qué hacer cuando un país detecta una amenaza biológica-epidemiológica.
La reacción internacional ante el SARS-CoV-2 fue lentísima en parte porque se porfió de los primeros informes de la OMS que a su vez fueron entregados por China, epicentro del brote del coronavirus en Wuhan, aunque la versión oficial desde Beijing es que solo fueron un sitio de tránsito del virus porque ya estaba circulando de manera inicial en alguna otra parte.
Desde diciembre de 2019 con los primeros casos reportados, hasta la declaración de pandemia por parte de la OMS, el 11 de marzo de 2020, se perdió a nivel mundial un tiempo de actuación valiosísimo que se ha saldado con millones de vidas pérdidas.
El nuevo Tratado, opinó Xavier Espot, presidente del Principado de Andorra, debe servir para la detección precoz de enfermedades infecciosas pero también en pro de la resiliencia y de una respuesta efectiva para garantizar el acceso universal a tratamientos y soluciones médicas en un marco de cooperación internacional más sólido y solidario bajo la coordinación de la OMS.
A colación
La pandemia todos los días se cobra vidas humanas: hasta el momento, se ha llevado a 3 millones de personas afectadas por coronavirus en el mundo, de acuerdo con datos de la Universidad Johns Hopkins. Nadie quiere jamás otra pandemia así…
No queremos jamás otra guerra biológica y es francamente aterrador pensar qué pasaría si hubiera un desastre químico o bien nuclear o se cumplieran las peores previsiones de la CIA y el Pentágono de una pandemia de viruela.
Mientras tanto, nosotros, en nuestra microesfera cotidiana luchamos por conservar el trabajo, la salud y nos afanamos por proteger a nuestra familia y no percibimos todo lo que al mismo tiempo significa esta guerra biológica del SARS-CoV-2 porque a las más altas esferas, los gobiernos -con sus funcionarios- tratan de conseguir de forma desesperada suministros de vacunas anticovid.
Todos los días hay tal cantidad de ingentes llamadas telefónicas buscando a los responsables de las farmacéuticas que ya tienen los sueros para lograr un compromiso de venta de vacunas.
Pero también hay llamadas entre los presidentes de varias partes del mundo porque las cadenas de suministro no están del todo todavía en funcionamiento normal so pena de que la demanda ha disparado una serie de insumos y productos creando una inesperada presión.
Me parece preocupante el tema de la presión, por ejemplo, en anestésicos, en oxígeno, mientras que las mascarillas y el gel hidroalcohólico se han estabilizado y además cada vez hay más productores locales supliendo el que China sea el principal proveedor internacional.
La semana pasada, António Costa, primer ministro de Portugal, durante su intervención en el cónclave iberoamericano explicó que su país ha comenzado a vender de urgencia anestésicos para los hospitales de Brasil sobrepasados por pacientes con coronavirus.
Pero en cuestión de días añadió, Costa, la situación en Brasil obligará a pedir más ayuda, y muy posiblemente de suministro de oxígeno; es decir, que se está viviendo un desabasto cuya presión incrementa en la medida que las olas de contagio se hacen más amplias.
Por esa razón, más que nunca antes, es menester la existencia de un Tratado Internacional de Pandemias como instrumento preventivo y como herramienta reactiva, en la que predomine la coordinación, la cooperación y la solidaridad.