Todavía alguna cohorte de los que nacimos dentro de la llamada Generación X recordamos nuestra niñez con especial melancolía por todos los sabores auténticos de muchos alimentos que, un día, no sé por qué razón como si fuese algo mágico, se convirtieron en una mala copia insípida de los originales.

Ignoro si hay una correlación entre modernidad y más técnica y tecnología y masificación como variables determinantes para que, la mayor parte de nuestros insumos alimenticios, estén perdiendo (en muchos casos ya lo hicieron) sus sabores naturales.

Somos lo que comemos: las estadísticas mundiales hablan por sí solas con los cientos de miles de casos de cáncer, de diabetes, obesidad, fallos renales, infartos, ictus y cáncer de colón; este último en auge en todo el globo terráqueo.

Yo estoy segura que todos queremos comer mejor, ojalá que nos dieran los insumos en los mercados verdaderamente sanos y libres de contaminantes, aditivos, conservantes, saborizantes, colorantes y un montón de químicos usados ex ante y ex post para su venta.

Si bien, en los últimos años se ha tomado una mayor consciencia hacia ubicar a la salud personal como un asunto prioritario y ha ido cambiando el discurso hacia cómo comer mejor y llevar una vida sana, lo cierto es que seguimos inundados de comida chatarra, basura y de porquería.

Nótese igualmente, hasta hace poco más de veinte años, comer carne era la base de la pirámide de la alimentación, porque se nos decía reiteradamente que es la fuente fundamental para obtener las proteínas necesarias para el ser humano a fin de desarrollarse y crecer.

Los homínidos que comenzaron siendo nómadas y herbívoros, está comprobado por la ciencia que desarrollaron el tamaño de su cerebro y atesoraron mayor conocimiento, cuando empezaron a consumir carne. Esa proteína fue fundamental en su evolución y con el tiempo se convirtieron en seres omnívoros.

El discurso actual, dicen que es por el cambio climático y la emisión del CO2, orienta a las masas a comer menos carne y más a favor de construir generaciones más herbívoras. Muy seguramente que, de fructificar esta metamorfosis generacional, tendrá también sus consecuencias en el tamaño del cerebro de los seres humanos cuya vida estará además más apegada a lo digital con procesos menos mecánicos y racionales en sus pensamientos porque la tecnología y la Inteligencia Artificial estarán resolviéndolo todo.

No está mal cuidarse, envejecer con calidad de vida sigue siendo el gran reto del siglo 21, pero insisto: si bien van surgiendo algunos huertos urbanos o granjas ecológicas supuestamente libres de pesticidas y químicos no son suficientes.

Por ende, lo más práctico es lo más cercano y el consumidor que sigue siendo irracional, va comprando por la relación precio-ingreso castigando la calidad y mal llevándose lo que sea a la boca. No en balde han proliferado con éxito atroz los negocios de comida rápida.

A COLACIÓN

Yo, a veces como consumidora, me siento indemne ante las mentiras de los productores porque uno quiere confiar en el contenido de los ingredientes según las etiquetas pero luego hay cada fiasco… estoy recordando el caso de la carne de caballo encontrada en los ravioles de la marca Buitoni en 2013 en España cuyo productor es la suiza Nestlé.

Pues ahora hay otro caso y es más peligroso y curiosamente también involucra a Nestlé: la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) lanzó la alerta del aditivo E410 a base de óxido de etileno; se trata de un plaguicida mutagénico, carcinogénico y tóxico.

¿En donde lo ha encontrado? En los helados, al menos Nestlé ha ordenado la retirada de todos los helados de los supermercados y algunos de los consumidores que tienen el producto en casa –tras leer el contenido en la etiqueta de sus helados– están procediendo a devolverlos a las tiendas.

El meollo es que hay más fabricantes de helados involucrados pero solo dos compañías han ordenado la retirada del producto además de Nestlé, lo hace Mars. Yo, ayer, encontré el E410 en los helados marca Magnum que tenía en mi casa y procedí a devolverlos.

A mí en lo personal me parece irritante y exasperante que suceda algo así, porque a los productores de alimentos tanto, primarios como secundarios, les porfiamos nuestra salud. Creemos que aquello que está expuesto a la venta en un supermercado ha pasado por un filtro previo, ya vemos que no es así. Y estoy pensando en la carne podrida que vuelven a procesar y a la que rocían de saborizantes o las frutas llenas de pesticidas y las verduras. Si quieren que haya menos cánceres y menos gente obesa y diabética necesitamos mejores insumos alimenticios y menos mentiras embotelladas y empaquetadas…