Cuando dos ratas empezaron a hacerse sus propias fotos con una cámara conectada a su jaula, el artista Augustin Lignier dijo que se sintió «superpoderoso».
Como parte de sus estudios de posgrado, en 2021, Lignier compró dos ratas en una tienda de animales de Francia, donde vive, y les construyó una elaborada jaula, según declaró. Utilizando un mecanismo que daba azúcar a los roedores cada vez que pulsaban un botón, los entrenó para hacerse fotos a sí mismas y, en el proceso, elaboró un comentario sobre las nociones de placer y recompensa y los comportamientos adictivos inducidos por las redes sociales.
Los autorretratos de las ratas, que se parecen a las fotos y videos divertidos de otros animales que se encuentran en las redes sociales, son «una forma agradable de atraer la mirada», afirma Lignier, quien añade que ofrecen una manera «lúdica» de explorar temas como la reducción de la capacidad de atención y el impacto de los algoritmos de las redes sociales.
«Cuando tienes tal poder, [incluso] cuando es solo con dos pequeñas ratas y [no] miles de millones de personas, sientes que puedes manipularlo todo», añade. «Y es una sensación muy extraña».
Lignier basó el diseño de su jaula en la «caja de Skinner», un dispositivo inventado por el psicólogo estadounidense B.F. Skinner para estudiar el comportamiento animal. El artista dijo que se inspiró en los experimentos científicos que entrenaban a los animales para completar tareas complejas, desarrollados por Skinner durante la década de 1950.
Cuando las dos ratas –a las que Lignier llamó Augustin y Arthur, en honor a su hermano y a él mismo– empezaron a explorar su nuevo entorno, tocaban al azar el botón que les daba azúcar, explicó Lignier. Después, en el transcurso de una semana, empezaron a comprender el efecto positivo de pulsar el botón, asociándolo con el azúcar.
Una vez que lo comprendieron, Lignier las trasladó a una jaula normal —con la intención de que los animales se olvidaran del azúcar— antes de devolverlos a la jaula original. Pero, esta vez, el botón no liberaba azúcar cada vez que se pulsaba.
En cambio, la liberación de azúcar era aleatoria, pero como el cerebro de la rata «asocia el placer al azúcar y el azúcar al botón… lo tocan», dijo Lignier, añadiendo que las ratas a veces pulsaban el botón para obtener azúcar más de una vez por minuto.
Sus travesuras dieron lugar a una serie de selfies, algunas de los cuales parecían tomadas sobre un fondo blanco y limpio. Otras tenían un estilo más headshot, una técnica utilizada para mostrar rostros en primer plano.
Según Lignier, dar recompensas aleatorias a cambio de hacerse selfies reflejaba las tácticas que emplean las empresas de redes sociales y las aplicaciones de citas para que los usuarios vuelvan.
«Cada vez que [las ratas] pulsan el botón, su cerebro recibe dopamina y registra el momento exacto en que lo tocan», explica Lignier. «Esto me fascinó».
Tras pasar unos días haciéndose selfies, las ratas se fueron a vivir con la madre de Lignier a Arles, en el sur de Francia, hasta que murieron y fueron enterradas en su jardín trasero.