El 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos vivió el peor atentado terrorista de su historia cuando cuatro aviones comerciales fueron secuestrados por miembros del grupo extremista Al Qaeda. Dos de ellos se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, colapsándolas en menos de dos horas. Otro impactó contra el Pentágono, en Washington D.C., y el cuarto cayó en un campo de Pensilvania. El ataque marcó un antes y un después en la historia mundial.

Entre las víctimas se encontraba Antonio Javier Álvarez, un joven poblano de 23 años que ese día llegó, como de costumbre, al restaurante Windows of the World, ubicado en el piso 107 de la Torre 1 del World Trade Center, donde trabajaba como parrillero. Sin saberlo, aquel día por la mañana se convertiría en una de las 2,753 personas que perdieron la vida en el atentado.

Además de los 16 mexicanos cuyo fallecimiento ha sido reconocido oficialmente, se estima que hay entre 500 y 900 connacionales no incluidos formalmente en los registros, muchos de ellos indocumentados o sin pruebas genéticas que permitan su identificación.

Identificaciones confirmadas y nombres conocidos

De los 16 mexicanos reconocidos, sólo cinco fueron plenamente identificados mediante pruebas de ADN: Antonio Meléndez, Antonio Javier Álvarez y Leobardo López Pascual (de Puebla); Juan Ortega Campos (de Morelos); Martín Morales Zempoaltécatl (de Tlaxcala).

Otros 11 connacionales han sido reconocidos por familiares u organizaciones pero no han sido identificados oficialmente por ausencia de evidencia genética suficiente.

El papel de organizaciones civiles

Organizaciones como Asociación Tepeyac han mantenido activas las gestiones para documentar los casos de los mexicanos desaparecidos el 11‑S. Reconocen que muchos trabajadores sin documentos no aparecen en los listados oficiales, aunque hubo testimonios, reportes de familiares y registros laborales en los pisos críticos del WTC.

Avances recientes: identificación post mortem

El pasado 8 de agosto de 2025, el forense de Nueva York, Jason Graham, informó que se identificaron tres cuerpos más mediante técnicas de secuenciación y pruebas de ADN avanzadas, lo que demuestra que el proceso de identificación continúa activo.

Familias y activistas siguen impulsando la búsqueda y documentación de quienes aún están desaparecidos. La identificación genética y las pruebas documentales siguen siendo clave para dar cierre a estas historias.