Por primera vez en décadas, la gran mayoría de las oficinas de la prensa en el Pentágono permanecen vacías, después de que decenas de reporteros abandonaran la emblemática sede del Departamento de Defensa en rechazo a las nuevas restricciones que los convertirían en “simples estenógrafos”.
Decenas de periodistas, algunos con más de 30 años cubriendo la fuente salieron en masa del edificio tras cumplirse el plazo el miércoles para aceptar las nuevas normas, que establecen rigurosas limitaciones al uso de fuentes y la publicación de información, aun cuando esta no sea clasificada.
Grandes medios estadounidenses como The New York Times, The Washington Post, Politico, ABC News, CBS News, CNN, NBC News, e incluso la conservadora Fox News, se unieron a la protesta. Las agencias internacionales de noticias, entre ellas EFE, también entregaron sus credenciales.
Por más de 50 años, los reporteros con credenciales de acceso al Pentágono podían acercarse a los despachos de altos funcionarios a pedir información sobre movimientos de tropas o el destino de fondos, entrevistar a jefes militares en los pasillos y recibir actualizaciones de portavoces.
Sin embargo, desde que el nuevo secretario de Guerra, Pete Hegseth, asumió el cargo en enero pasado, las relaciones con la prensa cambiaron drásticamente. También acabaron las habituales ruedas de prensa.
Los reporteros entregaron sus credenciales al negarse a firmar un documento de 21 páginas con los nuevos requisitos y fueron escoltados hasta la salida por funcionarios del rebautizado Departamento de Guerra, caminando por pasillos decorados con recortes de prensa y fotografías de coberturas históricas que elogian “El poder de la prensa”.
El mural donde aparecían unas treinta fotos de los corresponsales acreditados hoy permanece casi vacío, con la excepción de unos diez periodistas de medios conservadores estadounidenses, medios asiáticos y freelance.
A pesar de un cada vez más complicado acceso a las fuentes y a la información, los corresponsales de defensa aseguran que su trabajo continúa. Sin embargo, perder el acceso a la sede de Arlington (Virginia) dificulta el trabajo.