Este domingo se dio a conocer la noticia de la reapertura de la ciudadela inca de Machu Picchu, la mayor atracción turística de Perú, tras permanecer cerrada casi ocho meses por la pandemia de coronavirus.
Los encargados de la ciudadela, considerada además patrimonio de la humanidad por la Unesco desde 1983, verificaban los últimos ajustes previo a la ceremonia de apertura, prevista al anochecer, y la cual se da bajo una paulatina reducción de casos de covid-19 en el país andino.
El primer tren con turistas llegó hacia las 07:00 horas a Machu Picchu Pueblo, la aldea más próxima a la mítica ciudadela, tras un viaje de una hora y media bordeando el río Urubamba desde la antigua aldea inca de Ollantaytambo.
Escondida entre los montes de los Andes, la majestuosa ciudadela de piedra recibirá el lunes a sus primeros visitantes, algunos de los cuales ya se encuentran en el cercano pueblo, tras permanecer cerrada desde el 16 de marzo por la pandemia. «Poder abrir Machu Picchu al mundo, poder abrir nuestra maravilla, implica que los peruanos somos resilientes».
Con la reapertura renacen las esperanzas en Cusco, la antigua capital del imperio inca, y en los pueblos del Valle Sagrado de los Incas, que son paso obligado hacia Machu Picchu y enfrentan una aguda crisis económica como secuela de la pandemia, pues el 70 por ciento de su gente vivía del turismo.
Tras un confinamiento obligatorio de más de 100 días, levantado el 1 de julio, muchos hoteles, restaurantes y otros negocios de la zona se fueron a la quiebra y miles de trabajadores quedaron sin empleo.
«Antes de que llegara la pandemia había 80 hoteles y hotelitos en Ollantaytambo, pero han quebrado por lo menos la mitad de ellos», dijo a la AFP Joaquín Randall, presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes de este pueblo, situado a 32 km de la ciudadela.
«Los hoteles formales, que pagan impuestos y que están al día con el estado, han podido acceder a créditos» del gobierno, pero no los numerosos alojamientos informales, agregó Randall, dueño del hotel El Albergue (tres estrellas) y del restaurante El Chuncho.
En Ollantaytambo todos los viajeros deben abordar un tren para seguir a Machu Picchu, porque más adelante se acaba el camino.
«Vivimos de los turistas» Machu Picchu (Montaña Vieja en quechua) es la joya del turismo peruano y fue elegida en 2007 como una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno en una encuesta mundial en internet.
En Cusco y en el Valle Sagrado existía una variada oferta turística, desde hoteles cinco estrellas hasta sencillas habitaciones para mochileros, pero ahora la mayoría permanecen cerrados.
La primera cadena de hoteles de lujo en reanudar sus operaciones fue Belmond, un día después de que Perú reabriera sus fronteras, el 5 de octubre, pero los turistas todavía no llegan.
La empresa opera cuatro hoteles en esta zona, incluido el único situado frente a la entrada de la ciudadela, cuyas habitaciones solían estar reservadas con uno o dos años de anticipación, según sus responsables.
«Tomamos la decisión de reiniciar operaciones porque quisimos dar un mensaje de seguridad al país y a la comunidad internacional», dijo Arturo Schwarz, gerente de los dos hoteles Belmond de Cusco. Otras cadenas hoteleras internacionales y peruanas reabrieron este fin de semana en Cusco, el Valle Sagrado y en Machu Picchu Pueblo, antes llamado Aguas Calientes.
La reapertura eleva las esperanzas de miles de personas que vendían artesanías, transportaban turistas o se ganaban la vida en otros oficios ligados al turismo. El taxista Eberth Hancco, que hace unas semanas pudo volver a recoger pasajeros en el aeropuerto de Cusco.