El pasado 12 de julio, el euro alcanzó la paridad con el dólar, tras veinte años en que la moneda única europea ha mantenido una fortaleza respecto de la cotización del billete verde. Esto no puede ser interpretado de otra manera más que la expresión evidente de una crisis gorda a punto de caerle encima a los países europeos.

Se ha creado la tormenta perfecta y todavía está en veremos la verdadera dimensión que pueda alcanzar el shock energético a nivel global, primordialmente, en los países más vulnerables por ser importadores de gas y petróleo suministrados por Rusia.

Ya se verá su rostro este próximo otoño cuando caiga el duro invierno europeo y la escasez de gas y de petróleo provoquen cortes de suministros en la calefacción y en la luz.

Mientras el calor estival baña los cuerpos semidesnudos en las diversas playas europeas, varios gobernantes de diversos países, están pidiendo a su población reducir su consumo de luz y hasta en Alemania, el canciller Olaf Scholz, habla abiertamente de los duros meses por venir. El invierno se antoja ya indeseable.

En el día 141 de la invasión de Rusia a Ucrania las noticias siguen siendo negativas. Lo son en lo económico y lo son en lo político. Y el dictador ruso, Vladimir Putin, sigue impertérrito nada lo hace recular, ni desistir, de su invasión a Ucrania.

Y además corre propaganda a su favor para bajar la moral de los europeos que se han lanzado al vacío con las históricas sanciones  y el veto energético a Rusia.

Algunos medios de comunicación citan un documento del Banco Central de la Federación  Rusa analizando la situación económica del país eslavo con el impacto de las sanciones; parte del texto replicado  señala que la inflación ha ido reduciéndose, para ubicarse en el 15% y que están creándose puestos de trabajo y la economía sigue creciendo.

En febrero pasado, varios organismos como JP Morgan, llegaron a pronosticar “una recesión profunda” por las sanciones impuestas por Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea (UE), Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Australia y otros países por su atroz invasión de Ucrania.

En ese entonces, JP Morgan aventuró un desplome del 20% en la economía rusa en el segundo trimestre de 2022 y de un 3.5% a lo largo del año o inclusive superior por toda la serie de medidas severas que han llegado a congelar 630 mil millones de dólares de las reservas de banco central ruso.

Rusia vende en su informe que está creciendo, creando empleo y que las sanciones están causando algunos trastornos pero nada sorprendente que vaya a hundir en definitiva a la economía rusa.

No puede ser más intranquilizador. Partamos de que la información esté posiblemente manipulada desde el Kremlin y sirva para enviar dos mensajes: uno interno, para  decirle a los rusos que son fuertes ante las sanciones aunque muy seguramente lo estén pasando mal en el día a día dadas las restricciones; y otro, para desanimar a una población europea que no quiere sumergirse en otra recesión y que mira cómo su panorama presente y de futuro inmediato es complicadísimo porque hay una inflación amenazante y la guerra no se detiene; nadie habla de otra mesa de negociación para la paz.

A COLACIÓN

Siento decirlo pero, Rusia está ganando está guerra en varios frentes y el propio mandatario, Volodímir Zelenski, está consciente del laberinto sin salida que se ha creado para los propios europeos que lo apoyan y que se han metido en una ratonera para defender la democracia, la soberanía y la dignidad.

Una guerra es un camino de resistencia con muchos frentes abiertos. Algunos estrategas creen que la guerra en Ucrania podría durar dos años, un tiempo demasiado largo para una sociedad europea que empieza a atestiguar cómo la debilidad de sus gobernantes explota como pompas de jabón en el viento. Y eso puede terminar cambiando los apoyos iniciales de los europeos con armas y dinero a Zelenski.

Con el espectro de la inflación fuera del armario y de la recesión asomando la cabeza, no hay bolsillo ciudadano que pueda soportar dos años de guerra en el traspatio europeo. Recientemente la inflación en España, escaló al 10.2% en junio a tasa anual, el alza en el precio de los carburantes y de la electricidad ya empezó a trasladarse al precio de los alimentos frescos. Las familias tienen un golpe real en su bolsillo y no hay una medida efectiva por parte del gobierno que directamente alivie cierta parte de esa tensión creada por la guerra y el efecto de las sanciones.

Desde el Kremlin, a Putin ya solo le queda ver cómo la UE se va a pique y sus gobernantes van cayendo –uno tras de otro– porque sus gobiernos de coalición estallan no solo por las fricciones ideológicas en el papel fundamentalmente porque se trasladan al quehacer gubernamental, a la toma de decisiones.

A  Boris Johnson lo tumbaron sus propias mentiras y su falta de moral demostrada con el escándalo del partygate pero es verdad que los británicos han escuchado la palabra recesión y los propios miembros del Partido Conservador han acabado con su liderazgo. Ahora es  el primer ministro Mario Draghi, con su dimisión  inesperada, tras estallar el extraño gobierno de coalición formado desde el 13 de febrero pasado entre un técnico y los populistas, los antisistema, la izquierda y el partido de Berlusconi.  Mañana podría ser en Francia Macron, en un mes Sholz en Alemania y en diciembre, el español Pedro Sánchez.  Mucho antes en noviembre, en Estados Unidos, si los progresistas no apoyan a Biden serán los demócratas los que perderán el control de las Cámaras. Algo se ha hecho precipitadamente mal que nos ha metido en un laberinto sin salida…

@claudialunapale