El próximo 25 de marzo, la Unión Europea (UE) sacará sus manteles largos para celebrar sesenta años del Tratado de Roma, un cumpleaños bastante desangelado agriado por el Brexit y los fantasmas de ruptura azuzados por los eurófobos y euroescépticos.
El festejo acontecerá en medio de un clima adverso justo cuando le crecen los enanos en contra, los populismos recorren el cuerpo de la UE, Reino Unido ha consumado el Brexit y su primera ministro Theresa May pulsará la salida dura del conglomerado europeo.
Y encima no únicamente tiene los enemigos dentro sino hasta el presidente Donald Trump señala desde la Oficina Oval que es tiempo de cerrazón, proteccionismo y nacionalismos recalcitrantes; el nuevo mandatario estadounidense se declara fervoroso partidario de la ruptura al estilo Brexit y enconado crítico de los esfuerzos unionistas.
En medio de esas dos corrientes de aguas tumultuosas: o unilateralismo o multilateralismo, o todos juntos o cada quien por su lado, la UE de los 27 (ya sin Reino Unido de cara a la galería porque sigue estando dentro) intenta no romperse como lo vaticinan la mayoría de los que saben del tema.
Paul Krugman, economista de la Universidad de Princeton, lleva cinco años tirando piedras volcánicas en contra del tejado de la UE, advirtiendo que la ruptura es evidente; lo volvió a repetir cuando Grecia puso en jaque las dudas del rescate y amenazó con un referéndum para irse de la eurozona.
Mientras que Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, que por cierto conocí en La Habana en 2002 (en un foro de Economía Global) recomienda que el euro entre en una serie de reformas a fin de garantizar su viabilidad en el futuro.
El asunto es que una corriente cree que la eurozona se romperá (creada el primero de enero de 1999 formada a la fecha por 19 países europeos) y otros argumentan que colapsará en su conjunto (la UE nació con 28 países contando a Reino Unido el primero de noviembre de 1993) dando al traste con el Tratado de Roma de 1957.
De lo que en realidad se trata es del rol, juego y reequilibrio de fuerzas en la economía global mientras que los europeos malheridos por una larga crisis económica devastadora, que ha puesto a tambalear su Estado de Bienestar, han reaccionado culpando a la Comisión Europea y hasta al Europarlamento de ser responsables exante y expost.
Los agridulces ajustes económicos, la forma en cómo ha disparado la tasa de desempleo, la desazón entre la juventud europea acerca de su futuro inmediato y que la pobreza ya no es el espectro exclusivo de África o Latinoamérica han hecho cuestionarse -entre la ciudadanía-, el por qué un alemán tiene que aportar por el rescate de un griego o un francés por soliviantar a la economía portuguesa o un español hacerlo a sí mismo no solo por su propio bien sino además sacrificarse inclusive por el bienestar comunitario.
Como lo explica la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) “la crisis era evidente en 2008, cuando se produjo una reducción relativamente pequeña en el PIB real en los Estados Unidos y una caída de la tasa de aumento en la Unión Europea”.
Y el trancazo fue de tal magnitud que en 2009 el PIB real contrajo 4.4% en la Unión Europea mientras en Estados Unidos lo hizo un 2.8%, la sangría fue tal que economías como Lituania, Estonia y Latvia se desplomaron verticalmente; la primera cayó 14.8%, la segunda 14.7% y la última 14.2 por ciento.
Los países más fuertes dentro del carro europeo tampoco soportaron el efecto de la crisis económica: en dicho año Alemania descendió 5.6%, Italia 5.5%, Suecia 5.2%, Francia 2.9% y España 3.6 por ciento.
La recuperación, salir de este atolladero sin la posibilidad de devaluar la moneda, el euro la moneda única que tienen 19 de 28 países ha hecho que el ajuste recaiga directamente en los sueldos y salarios de los trabajadores; la pérdida de prestaciones, el incremento de las jornada laborales y el alza inminente del desempleo han sido algunos de los efectos.
A colación
Esa Europa erosionada, dividida, enconada por sobrevivir a la crisis con la tragedia en las carnes está ahora más amenazada que nunca antes de terminar cercenada… si no es que totalmente rota.
El Brexit es quizá la manifestación más evidente ha sido como vomitar parte del pensamiento antieuropeísta que dice: “Primero yo y lo local; primero yo y mi país”.
Ahora la Comisión Europea intenta con esfuerzos denodados reconducir la catástrofe, su propuesta recogida en “El Libro Blanco sobre el Futuro de Europa” recaba cinco escenarios posibles para la UE a partir de 2025; algunas propuestas intentan por lo menos conservar el mercado único y otras son más estrictas exigiendo un esfuerzo mayor para poder enfrentarse unidos a los desafíos internos y externos. ¿El futuro? Esto es como todo en la vida depende de la voluntad de dos.