En Hidalgo se vive un fenómeno creciente que me llena de orgullo, de satisfacción: Hidalguenses que emigraron ilegalmente a los Estados Unidos y que han sido deportados en muchos de los casos, regresan a la entidad con un bagaje de conocimientos, de mística de trabajo, y están haciendo de la agricultura protegida –de invernadero-, una fuente de bienestar económico para ellos y para quienes les rodean.
Platicando con Yolanda Ferrera Martínez, delegada de la Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero –lo que fuera el Banrural-, me detallaba los casos de gran éxito de la agricultura protegida en la entidad, impulsada en sus comunidades, en sus municipios, por migrantes que han vuelto a la entidad, muchos de ellos deportados.
Se trata de ex migrantes que trabajaron 20, 30, 40años en el campo a cielo abierto o en invernaderos de EU y Canadá, y que dominan las técnicas de cultivo.
Me contó que han llegado y tan solo en unos años han hecho florecer esta agroindustria produciendo jitomate, que ya comienzan a exportar a Estados Unidos, y que inician en la producción de pimiento morrón.
Son hidalguenses que además no atesoran sus conocimientos, sino que los comparten con sus familias, con sus amistades y en sus comunidades, “ganándose el respeto de todos”.
Y es que en algunos casos no sólo han contagiado el entusiasmo por la producción en invernaderos, sino también han instruido y hasta apoyado a las familias a crear huertos familiares para el autoconsumo.
Paulatinamente han ido creando micro y pequeñas empresas asociándose entre ellos o con personas de sus comunidades, con casos de éxito en municipios como Chilcuautla, El Arenal, Zempoala, Nopala, Ixmiquilpan, entre otros, “y estamos trabajando con un grupo importante en el Valle de Tulancingo”.
Pero además son hidalguenses que no se conforman con hacer florecer esta agroindustria y buscan conquistas mercados mucho más exigentes, como es el caso de los productos naturales orgánicos.
Con líneas de crédito de entre tres y 30 millones de pesos, de la financiera, los ex migrantes buscan comenzar a producir orgánicamente, aprovechando el agua de manantial que abunda diversas regiones de Hidalgo, y que es primer requisito para la certificación como producto orgánico.
Trabajan para ampliar la variedad de productos y pasar del jitomate al pimiento morrón, para comenzar.
Con el financiamiento que obtienen, se trabaja en la instalación de más viveros, en avíos para los mismos, pero también, en la tramitología para exportación de sus productos tanto Estados Unidos como a otros países.
Hace semanas tuvo lugar una conferencia de prensa en la Secretaría de Turismo, para anunciar la Primera Feria del Jitomate, conjuntamente con la Feria Patronal de la virgen de Dolores, y el orgullo de los productores de jitomate de la comunidad de La Estancia, en el municipio de Chilcuautla.
Recuerdo con cuanto orgullo los productores de jitomate llevaron a la conferencia las cajas con un producto de excelente tamaño, color y textura.
En momentos en los que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visualiza a los mexicanos como escoria y cumple sus amenazas de campaña de deportaciones masivas, casos como los de estos migrantes resultan por demás alentadores.
Quiero soñar e imaginarme una escena en la que a la mesa de Trump se llevan ensaladas con jitomates, aguacates, pimiento morrón y frutos exportados por migrantes mexicanos por él deportados, en tanto el campo en el sur de la Unión Americana languidece por falta de brazos fuertes de migrantes para hacerlo producir.