La naturaleza es parte de nuestra vida, Dios no manda terremotos, tornados o huracanes, la tierra se manifiesta, se mueve y reacciona; tiene vida y es nuestra amiga porque nos ofrece vida, pero debemos respetarla porque no perdona el exceso de confianza, la corrupción y la no prevención.
El costo del desastre natural será mayor a los 38 mil millones de pesos para reconstruir lo destruido. Se cayeron en su mayoría edificios antigüos, edificios que vivieron el sismo de 1985 y, solamente el 10 por ciento de los edificios caídos en los pasados sismos fueron nuevas construcciones.
¿Cómo es posible que edificios de reciente construcción y, bajo normas de edificación muy estrictas para una zona sismica se hayan derrumbado? La respuesta está en la existencia de mexicanos corruptos, tanto de la sociedad civil como de la administración pública, porque la corrupción es un juego de dos, el que da y el que recibe. Hoy la corrupción generó muertos y heridos. Padres sin hijos e hijos sin padres.
Es cierto que la recuperación llevará tiempo, pero hoy debemos revisar la aplicación de la ley, discutir qué y cómo hacerlo, mejorar lo construido, demostrar y castigar los casos de corrupción. Debemos reconstruir para el futuro, hacer mejores ciudades, más sustentables, porque esta sacudida de la capital del país nos lleva a pensar y reflexionar en crear mejores lugares para vivir, más seguros y más respetables con la naturaleza.
El gobierno deberá ejercer el dinero para la reconstrucción en forma ordenada, abierta y limpia. Más de 369 personas fallecidas, pero de seguir igual podemos lamentar más muertos en un futuro, porque en México seguirá temblando, somos un país ubicado en zona sísmica.
¿Qué aprender de los sismos del 7 y 19 de septiembre? Consideramos que es mucho, si lo vemos por el lado suave, logramos observar nuevamente la solidaridad de los mexicanos, una solidaridad digna de admirar en el mundo entero, una historia de héroes con rostro humano que no se veían desde hace muchos años, vimos una sociedad organizada, que sabe hacer bien las cosas, que aportó y apoyó con trabajo, víveres o dinero. Nació un México, el cual dejó ver a una sociedad solidaria y entregada para ayudar al hermano, aún sin conocerlo.
También vimos –desafortunadamente-, un México que dejó ver la corrupción; vimos edificios de reciente construcción derrumbados, salieron los verificadores corruptos quienes en su momento autorizaron obras que sabían no cumplían con las reglamentaciones de construcción, pero aún y con ello dieron su visto bueno para construir, hoy esas personas llevan muertos sobre sus hombros, niños, mujeres, ancianos, simplemente inocentes de actos de corrupción.
La participación ciudadana es una fuerza poderosa para cualquier país, desafortunadamente nos organizamos sólo en momentos de catástrofes. Nos preguntamos, ¿qué pasaría si nos organizaramos para combatir la delincuencia y la corrupción?, por qué sólo en momentos de crisis los mexicanos mostramos nuestra verdadera fuerza. Los mexicanos organizados podemos hacer milagros, los mexicanos organizados podemos cambiar este país.
Los dos sismos de septiembre, a diferencia del vivido en el año de 1985, tuvo un efecto nacional: Puebla, Oaxaca, Guerrero, Ciudad de México, sin embargo la solidaridad se volvió a manifestar, porque el mexicano es solidario y no un individualista salvaje -como en su momento lo señaló la revista Nexos, resultado de una encuesta-. Independiente de lo antes señalado, hoy tenemos un México que volvió a nacer, un México que se cimbró, pero que se levantó, por ello podemos decir que somos orgullosos de ser mexicanos, porque somos más los buenos que los malos.