Altares, disfraces, panteones, flores, comida, música, novelas, cuentos y poesía con relación a la muerte se acostumbran a propósito del Día de Muertos y para reflexión sobre el tema revisemos algunos poemas de grandes autores que reflexionan sobre el tema.
Jaime Sabines (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; 25 de marzo de 1926 – Ciudad de México; 19 de marzo de 1999) significa así la muerte: “No es que muera de amor, muero de ti. Muero de ti, amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma, de ti y de mi boca y del insoportable que yo soy sin ti… Muero de ti y de mí, muero de ambos, de nosotros, de ese, desgarrado, partido, me muero, te muero, lo morimos.
Elías Nandino (Cocula, Jalisco, 19 de abril de 1900 – Guadalajara, Jalisco; 2 de octubre de 1993) se explica así el fin de la vida: Morir es alzar el vuelo sin alas, sin ojosy sin cuerpo.
Para César Vallejo (Santiago de Chuco, Perú, 16 de marzo de 1892 – París, 15 de abril de 1938) la muerte en pareja la refleja de esta manera: Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos; se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos… Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos, ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura los dos dormiremos, como dos hermanitos.
El italiano Cesare Pavese se imagina a la muerte como a la amada: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, -esta muerte que nos acompaña, de la mañana a la noche, insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un vicio absurdo-. Tus ojos serán una vana palabra, un grito acallado, un silencio. Así los ves cada mañana, cuando sola sobre ti misma te inclinas en el espejo. Oh querida esperanza, también ese día sabremos nosotros, que eres la vida y eres la nada. Para todos tiene la muerte una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como abandonar un vicio, como contemplar en el espejo el resurgir de un rostro muerto, como escuchar unos labios cerrados. Mudos, descenderemos en el remolino.
En otro texto, César Vallejo adivina su muerte: “Me moriré en París con aguaceros,
un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París -y no me corro-, tal vez un jueves, como es hoy de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves, que prosostos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo. César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro también con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos…”.
Y qué mejor de todo esto que cerrar con Jorge Manrique con Coplas por la muerte de mi padre: “Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte, contemplando cómo se pasa la vida; cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer; cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer; cualquiera tiempo pasado fue mejor… Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir, allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos.
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