La Revolución Mexicana constituye un antes y después de la vida nacional. Se le considera, sobre todo, una lucha de clases derivada de la desigualdad económica, política y social. Y aunque caracterizada en forma diferente, pues sin duda las condiciones han cambiado en forma sustantiva, en modo alguno es ajena a la sociedad mexicana en la actualidad: situaciones de pobreza y pobreza extrema entre grandes mayorías, a la par de una importante acumulación de capital en pocas manos.

De acuerdo con las estimaciones de Coneval, el número de personas en situación de pobreza en 2016 fue de 53.4 millones, lo cual representa 43.6% de la población asentada en el país. Además, están en situación de vulnerabilidad por ingresos o carencias sociales 41.5 millones (33.8%). Lo que supone que prácticamente sólo dos de cada diez residentes en México mantienen una calidad de vida aceptable.

Desde finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX los visos de inconformidad tomaron forma con el tiempo y comenzaron a tener mayor eco entre la población del país. En 1906, por ejemplo, el Partido Liberal Mexicano publica un manifiesto que describe a grandes rasgos las condiciones existentes: “… Si queréis el grillete, la miseria, la humillación ante el extranjero, la vida gris del paria envilecido, sostened la dictadura, que todo eso os proporciona; si preferís la libertad, el mejoramiento económico, la dignificación de la ciudadanía mexicana, la vida altiva del hombre dueño de sí mismo; venid al Partido Liberal…” (Saint Louis, Mo., 01/jul/1906).

Se trataba de un país predominantemente rural, cuya principal fuente de riqueza era el campo. Es natural por ende que una frase simple se haya convertido en un lema revolucionario vigente hasta nuestros días. “Tierra y Libertad. He ahí dos bellas palabras que son dos principales puntos de apoyo de la moderna sociología. He ahí dos sublimes afirmaciones que sintetizan… como propiedad de todos la tierra, como autonomía del individuo la libertad” (Tierra y libertad. Barcelona, 15/nov/1906).

Hoy nuestro país es distinto. Existen elementos en el contexto interno y externo que han dado características particulares al proceso de desarrollo reciente y han modificado un tanto, porque aún gravitan en forma importante la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, la estructuración del territorio en México. Esto con las altas tasas de urbanización y un proceso de internacionalización de los mercados que ha tenido impactos diversos. Entra otros, la urbanización de la pobreza y la persistencia de la precariedad rural. Esta última en buena medida origen de la gesta revolucionaria.

La población rural está en descenso desde hace mucho tiempo en términos relativos. Si consideramos como rurales a las localidades con menos de 2,500 habitantes, en ellas se asienta 23% de la población mexicana (2015). La migración de gente joven a las ciudades (particularmente de tamaño mediano) y al extranjero es una de las principales causas de esta disminución. Fenómeno que se asocia con la falta de oportunidades de empleo e ingreso en el ámbito rural.

De hecho, las estimaciones de Coneval (2014) indican que la pobreza en al ámbito rural tiene mayor incidencia que el ámbito urbano: seis de cada diez, por cuatro de cada diez, respectivamente. Esto tiene distintos efectos económicos y sociales, incluyendo el aumento en la relación de dependencia, la división de familias y el crecimiento de remesas como fuente de ingreso.

Ignacio César Cruz Islas

Investigador de El Colegio del Estado de  Hidalgo