Desde el año pasado estoy tomando un taller de escritura autobiográfica con un grupo de mujeres fantásticas e interesantísimas, las conductoras Flor Moreno y Diana Pérez ambas habitantes de Querétaro, pacientes, tolerantes y muy sororidarias.

¡Qué estilo de Flor Moreno, para sacarte toda la sopa!, actriz de profesión, con oído muy atento y un sentido del humor incomparable, por más que nos insistía en que no era una terapia, en ocasiones era necesaria una contención.

Yo me niego, ¡las mujeres no venimos a sufrir al planeta!, hay que hacer todo lo necesario para lograrlo, no es difícil, lo único es ponernos muy atentas, muy observadoras para darnos cuenta cuando nos están tendiendo una trampa en nombre del amor y cortar de inmediato, no es necesaria la experiencia de sufrir para saber que existe el sufrimiento, eso no te hace más mujer, ¡evítalo, hazlo!

Ahora estamos en la parte más técnica para decirlo de alguna manera, Diana cómo escritora que es, tiene la justa medida, te deja que te explayes pero te va acotando para que no te pierdas.

Total, lo que quiero decir es que es y ha sido una experiencia incomparable, ésta es la primera generación pachuqueña que logró reunir mi querida amiga Irma Balderas, pero deseo que haya muchas generaciones más simple y llanamente porque es necesario, fundamental, recopilar las historias de mujeres y la visión del mundo que tenemos las mujeres.

No cabe duda que ha sido una estrategia elemental del patriarcado, invisibilizar la historia de las mujeres, es así como logra y ha logrado establecer la idea en el imaginario colectivo, de que el universo gira en torno al hombre, ¡nada más alejado de la realidad!

Si se quiere controlar, dominar, e invisibilizar a alguien, apodérate de su historia, escóndela, niégala, redúcela a nada, hazle creer que lo que vive, siente y experimenta no vale la pena, no es importante,  ¡ y triunfarás!.

¡Yo estoy recuperando mi historia!

Les comentaba hace algunos días sobre los talleres que compartí para el Instituto Hidalguense de las Mujeres sobre comunicación no sexista y lenguaje incluyente, esta experiencia de la escritura autobiográfica me ha hecho sentir la urgente necesidad de seguir con esas capacitaciones.

Es tan efectiva, tan elocuente la estrategia de imponer el genérico masculino en el lenguaje, para hacer desaparecer a las mujeres, que desaparecen como seres humanos no sólo para muchos hombres, sino también para las mismas mujeres.

El taller de escritura autobiográfica me permitió recodar el día que las mujeres se hicieron visibles para mí, tenía 29 años, no ocurrió algo excepcional, no me tocó un rayo divino, sólo, por primera vez, tomé conciencia de la existencia de las mujeres como seres humanos en el mundo.

Era mi día de descanso en Canal 13, tenía pagos por hacer en el centro de la Ciudad de México, me paré en uno de los escaparates, distraída, mirando sin mirar, junto a mí se paró otra mujer su reflejo apareció pegado al mío en el cristal, no la miré a ella directamente, observé su destello, se fue, siguió su camino.

Ahí las empecé a ver, como personas, como seres humanos, como congéneres, me retire hacia el borde de la banqueta y las vi en todo su esplendor, caminando, moviendo su cuerpo, ocupando su espacio, fue una sensación embriagante, me llenó de enorme alegría.

¡Hagan la prueba amigas, párense en la calle y mírenlas sin juzgar, mírenlas sin criticarlas, mírenlas sin todo ése prejuicio machista y patriarcal, mírenlas sin considerarlas sus enemigas, mírenlas bien, para que puedan mirarse a sí mismas, como seres humanos y como personas con derechos!

 

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