El 3 de abril de 1975 por la mañana, en las instalaciones de la Universidad Nacional del Sur ubicadas en Avda. Alem 1253 de la ciudad de Bahía Blanca, Argentina, se realizaba la inscripción para cursar materias del primer semestre. En el hall central había gran cantidad de alumnos, cuando llegó un Ford Falcon verde con el techo blanco, que habitualmente era usado por el rector nombrado por el gobierno de Estela Martínez de Perón, el nazi de origen rumano Remus Tetu.
Tres personas armadas descendieron de él y entraron al hall de la Universidad. Una vez dentro, el que dirigía el grupo, Jorge Argibay, le preguntó a un alumno que repartía panfletos de la asociación de estudiantes Federación Universitaria del Sur, si era David Cilleruelo. David no le contestó e intentó alejarse.
Jorge Argibay sacó una pistola y le disparó en la nuca. David cayó herido de muerte. En medio de la conmoción de los asistentes, el trío de asesinos compuesto además de por Jorge Argibay, por su hijo Pablo y por Raúl Roberto Aceituno se retiró con total tranquilidad, subió al coche del rector y se alejó.
Este asesinato se enmarcaba dentro de las acciones de los escuadrones de la muerte que bajo el nombre de “AAA” fueron organizados desde las más altas esferas del poder para eliminar a opositores políticos. Un año después del asesinato de Cilleruelo, a quien se lo conocía como “Watu”, el gobierno es derrocado y los militares asumen el poder.
La “AAA” deja paso a la represión organizada por las Fuerzas Armadas, que se encargan de secuestrar, torturar, asesinar y desaparecer a miles de compatriotas. Los tres participantes en el asesinato de Cilleruelo eran integrantes del personal de “seguridad” contratado por el rector Tetu.
A ese grupo se le adjudican numerosos secuestros, seguidos de tortura y muerte. El rector Tetu, el asesino Jorge Argibay y su hijo Pablo Argibay fallecieron por causas naturales años después sin haber sido nunca juzgados por sus crímenes. Sólo el tercer participante en la muerta de “Watu”, Aceituno, enfrentará próximamente un proceso judicial.
Es ésta una historia horrible pero lamentablemente no es atípica en Argentina. Hay algo que la hace especial: el entonces joven de 19 años Pablo Argibay que integró el grupo criminal se recibió años después de doctor en medicina, especializándose como cirujano.
Según las crónicas, fue un brillante científico que estudió en distintas universidades de Estados Unidos y Europa. Realizó numerosas publicaciones y dirigió un grupo de investigadores del Instituto de Ciencias Básicas y Medicina Experimental del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Fue según dicen, un trabajador incansable hasta que el cáncer le ganó la batalla. Nunca habló públicamente de lo que hizo en los años 70 en Bahía Blanca. Si con su vida como científico intentó “corregir” su oscuro pasado, no tuvo éxito. Porque se sigue reclamando una justicia que no llega. Porque la reconciliación con el pasado sólo puede obtenerse a la luz de la verdad. Mientras esto no ocurra las heridas no sanarán.