Por: Dr. Mario Alberto Velázquez García
En este año México llevará a cabo elecciones presidenciales. El nombramiento de un nuevo dirigente para el ejecutivo federal es, sin duda, uno de los momentos fundamentales en el ejercicio de las modernas democracias dada la importancia que tienen las funciones que cumple la/el ocupante de este puesto de representación popular.
Para este proceso electoral los diversos partidos políticos, y ahora los candidatos independientes, tiene que cumplir una serie de requisitos que les permita inscribirse legalmente y posteriormente a ello, entrar a un periodo de promoción conocido como campaña. Esta es una parte del proceso, pero por el otro lado están los ciudadanos. Respecto al momento de la elección existe una serie de preguntas que podemos hacer: ¿Cómo elegimos a los candidatos? ¿Cuáles son los elementos que nos llevan a decidir entre una persona específica y no otra?
Las cualidades o el tipo de personas que deben ocupar la dirección de un país o una ciudad es uno de los temas más viejos dentro de los estudios de ciencia política. Desde los tiempos de la Grecia Clásica, se han propuesto diversos argumentos para elegir por dirigentes a las personas más aptas, los más fuertes, aquellos designados por la divinidad y/o líderes carismáticos. Todas estas propuestas tienen opiniones de apoyo o que las rebaten.
Un elemento en común es que todas están relacionadas a las cualidades de la persona que será elegida. La elección del candidato es entonces una decisión sobre los rasgos psicológicos, morales, cualidades, acciones, virtudes o defectos que tiene la persona que seleccionamos.
Las elecciones presidenciales en los países occidentales modernos se han convertido en una campaña de publicidad donde la mercancía es el candidato, al cual se le adjudican una serie de cualidades que buscan construirlo como un producto digno de ser elegido.
Abel Quezada, el gran caricaturista mexicano, tenía una ilustración donde dibujó en dos viñetas distintas, al mismo sujeto sentado frente a un escritorio, una especie de ilustración doble donde uno encuentra las diferencias. En el primer dibujo el sujeto tiene el título de “funcionario”. Rodeando a la persona está una serie de flechas donde se enumera su personalidad; todas cuestiones negativas, como flojo, deshonesto, etcétera.
En el segundo dibujo el mismo sujeto ahora bajo el título de “el candidato”. Las flechas ahora sólo señalaban virtudes: trabajador, honesto, etcétera. La designación había procurado un cambio “mágico” en el mismo individuo. Con este cuadro Quezada ilustra cómo funciona una campaña.
¿Es suficiente considerar la personalidad del candidato para tomar una buena decisión? Sin duda no. Al elegir a un candidato, sepámoslo o no, estamos optando también por todo un grupo de personas que serán al final las encargadas de llevar a cabo todas las tareas que el dirigente les pida hacer; la labor de los colaboradores resultar más decisivo para el funcionamiento de un gobierno que las buenas virtudes o intenciones del candidato.
Por ello es necesario que hagamos un esfuerzo por no orientar nuestra decisión únicamente por los spots que finalmente, sólo intentan vendernos una mercancía; un gobierno es una organización mucho más complicada que la elección de una pasta de dientes. Existen diferentes plataformas que concentran la información, plataformas trayectorias y encuestas sobre los candidatos. Ejemplos son https://www.xataka.com.mx/, https://www.lasnetas.mx; http://oraculus.mx/.
Con estas herramientas podamos hacer una elección con más elementos que un anuncio o una foto. También existen plataformas que te permiten apostar sobre la elección presidencial: intrade, bwin, GenioBet.com y Betfair entre otras. La importancia de estos sitios es que nos permiten conocer las tendencias agregadas sobre el posible resultado de la elección. En conclusión, la ciudadanía es un derecho, pero también requiere de nuestro esfuerzo por informarnos y en la medida de lo posible decidir de la manera más informada posible.