-¿Sabías que todavía en el siglo veintiuno hay gente que cree que la Tierra es plana? Ángela, como es su costumbre, hizo la pregunta sin ningún preámbulo.

– Sí Ángela, es increíble pero es un fenómeno que revela hasta qué punto puede llegar la ignorancia y yo agregaría que también  el deseo de permanecer en ella. El tema me ha llamado la atención y he buscado más información sobre él. ¿Te cuento?

-Claro que sí.

The Flat Earth Society (La sociedad de la Tierra plana, fundada en 1956 por Samuel Shenton se dedica a promover la idea de que vivimos sobre un disco plano. Los antecedentes de esta sociedad se remontan al inglés Samuel Birley Rowbotham (1816-1884), que inició una intensa campaña para promover la idea de que la Tierra es plana. En los Estados Unidos estas creencias fueron asumidas por la llamada Iglesia Católica Cristiana, fundada por John Alexander Dowie que estableció una comunidad a orillas del Lago Michigan. Finalmente la iglesia desapareció envuelta en una serie de escándalos financieros.

Los seguidores de la creencia en la Tierra plana afirman que vivimos en un disco con el Polo Norte en el centro y rodeado de un muro de hielo. Todas las evidencias científicas, hasta las fotos tomadas desde satélites o por astronautas, son calificadas de un engaño. El empecinamiento en mantener sus afirmaciones a toda costa indica que no se trata de un mero error o ignorancia, hay gente que necesita creer estas cosas. ¿Por qué?

Sin duda las tajantes explicaciones de la falsa ciencia son más satisfactorias que el escepticismo científico. Las certidumbres de los que se dicen en posesión de una verdad absoluta contrastan con las dudas de los científicos que avanzan lentamente disminuyendo el error y confrontando sus logros con la realidad. Creer que vivimos en un disco plano limitado por un muro de hielo quizás sea más cómodo que la realidad: una esfera deformada que  vaga por el espacio alrededor del Sol.

La ignorancia sobre la ciencia, sus métodos y sus logros, es muy extendida entre la población en general y los políticos en particular. Esto último es especialmente peligroso porque son los que deciden sobre los destinos de sus gobernados. Contaminación, pesticidas, energía nuclear, crisis medioambiental, son algunos de los temas que se deberían abordarse desde la ciencia. En esta columna se critica reiteradamente los comportamientos de científicos que sirven al poder de las transnacionales y el dinero. Pero negar la ciencia, como hacen los seguidores de la creencia en la Tierra plana o el presidente Donald Trump cuando niega la realidad del calentamiento global, son opciones por la ignorancia y crean un desierto mental donde todo gira alrededor de una creencia, no de la realidad.

 

✉ costiglia@yahoo.com