En pleno siglo XXI y a pesar de los grandes avances tecnológicos con los que contamos hoy en día, los cuales, nos permiten tener una vida más “cómoda”, pues con tan sólo un “clic” en cualquier dispositivo móvil, podemos tener a la mano información, realizar servicios o estar en contacto con otras personas.

Cierto es que al observar el comportamiento social que se vive en la actualidad, se pueden percibir actitudes que cada vez más van encaminadas a denigrar la dignidad de las personas, lo cual en algunas ocasiones es resultado de los conflictos familiares, asociados a los altos índices de violencia, lo que genera la pérdida de la institucionalidad de la familia y el Estado, lo que se traduce en un mayor número de adicciones, la pérdida de respeto por las autoridades, el no cumplir con las obligaciones que como personas tenemos,  el individualismo, el olvido, el descuido de las personas adultas mayores , de las niñas y niños, entre otras.

Por tanto, resulta importante mencionar que una de las causas que han originado la “involución” de la sociedad en el sentido “humano”, es la desnaturalización del concepto de familia, pues ésta como principio antropológico, no es un simple ideal que se puede llegar a realizar o no, por el contrario, a través de la familia, la vida humana adquiere dignidad, y de allí su inherente necesidad.

Desde la familia, la persona aprende a manifestar su humanidad en sociedad, pues adquiere valores y principios que sólo pueden ser brindados por los integrantes de ésta y no por otra instancia, ya que dejamos esa magna labor a la escuela, al gobierno o hasta los medios de comunicación, como la televisión.

Por ello, no debemos olvidar que la familia suele cumplir una importante función de protección e integración solidaria; consecuentemente, es necesario establecer que a un hijo no se le insulta, ni maltrata; tampoco se le enseña a mentir, además de que nunca se le abandona como si fuera un objeto, porque luego éste se abandonará a sí mismo, o hará lo mismo con sus propios hijos y si bien, muchas familias maltratan a sus niños con el pretexto de estar “educando”.

Cierto es que están transfiriendo a sus pequeños, odios que guardaran aún en la etapa adulta por los maltratos recibidos en la infancia; por lo tanto, es indispensable tener en cuenta que los derechos humanos tienen que empezar desde “casa”, es decir, del núcleo básico hacia afuera y no viceversa, pues la sociedad sólo es el reflejo de las familias que la conforman, es así que con miras a encontrar una solución a esta situación, es necesario retomar los valores perdidos.

De esta manera, se reivindicaría a la familia y si bien, ésta, como cualquier institución social, tiende a adaptarse al contexto que se está viviendo, es preciso puntualizar que al ser el núcleo básico ideal para forjar valores que, posteriormente, sus integrantes transmitirán a la sociedad con su actuar, es indispensable que cada uno de sus miembros desempeñe con “responsabilidad” el rol que le ha tocado, procurando el bienestar, desarrollo y felicidad propio sin quebrantar el de los demás, reflexionando y asumiendo las consecuencias de sus actos.

En virtud de lo anterior, es necesario indicar que en la familia se deben quedar bien cimentadas las obligaciones y los derechos que asisten a cada integrante de ésta, puntualizando los “deberes con otros” y los “deberes consigo mismo” bajo la “regla de oro” de tratar a los demás como nos gustaría ser tratado, mientras que los “derechos” se ven resumidos en la frase del ilustre Benito Juárez, el cual dijera que “El respeto al derecho ajeno es la paz”, pues ningún derecho o libertad de una persona debe afectar el de otra.

Por último, es indispensable señalar que como padres y madres de familia se juega un papel fundamental en relación al comportamiento que tienen nuestros descendientes, dado que se debe de educar con base en el amor, la disciplina y el ejemplo, ya que una instrucción adecuada por parte de los padres hacia los hijos, sin el ejemplo congruente, carecerá de fuerza y efecto, aunado a que no valorarán ni tomarán en cuenta la educación que han recibido, en esa tesitura termino el presente artículo con una frase de mi autoría, que a la letra señala: “Padre camina, que yo seguiré tu ejemplo”.

 

Lic. Adriana Angélica Martínez Olguín

Visitadora Adjunta Regional de Tula de Allende