Estoy terminando el tema del amor romántico que dediqué todo el mes de febrero, y lo hago con el optimismo y el convencimiento total de que nos podemos relacionar, no sólo amorosamente, con las y los demás de una mejor manera y sin lugar a dudas el feminismo es imprescindible para lograrlo.
El feminismo propone una idea del amor que esté centrada en el amor mismo, es decir cuando una persona se siente completa, no está en posición de necesitar respecto al otro, la otra, es llegar con el otro, con la otra así:
“No vengo para que me cuides, para que me protejas, no vengo para que me des estabilidad, no vengo para que me atiendas, no vengo para que me sirvas, no vengo para que me hagas una persona, soy una persona completa, estable, feliz, que quiere compartir porque ya estoy llena, porque ya estoy lleno”.
Por eso la idea de amor del feminismo se centra en el amor por una misma, por uno mismo que se comparte con otra persona, pero es algo que entra, que sale, que fluye y que crea, no impone, no domina, no engaña, no se somete, no se entrega, no se sacrifica.
Y sin duda lo dice mejor que yo Simone de Beauvoir con respecto al amor que nos han enseñado a profesar a las mujeres:
“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ése día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal”.
Así es, tenemos que impulsar una nueva cultura amorosa, que promueva la individuación, más espacio físico y simbólico para cada una, cada uno, la negociación continua, la identificación de situaciones de control para desecharlas, la búsqueda de la armonía, el replanteamiento del concepto de soledad y la corresponsabilidad. Tenemos que nombrar al amor de otra manera, porque si bien lo que no se nombra no existe, lo que se nombra toma fuerza y poder, por eso ahora le estamos llamando: Femifiliamor, Femifiliamarse, femifiliamarnos.
Y en ésta propuesta de relacionarnos de otra manera tengo que hacer un énfasis en el deseo sexual masculino, éste tiene que dejar de ser el centro del universo, anteponerlo a todo, pasa sobre todo: los derechos, el respeto, la vida y la integridad de las personas, la ley, la ética, lo humano, y también pasa sobre el amor.
Porque esa sexualidad desmedida, sin llenadera, sin freno, a la que ha calificado el New York Times como la monstruosa naturaleza sexual de los hombres, ha creado la nueva esclavitud del siglo XXI, alimenta la utilización de las otras y de los otros sin importar las consecuencias, y la relación que ésta tiene con el dinero nos tiene en ésta crisis civilizatoria, dejemos de ver al dinero como Dios, ¡Dios no es el dinero, el dinero no es Dios!
Un mundo mejor sí es posible y así lo sueña la actriz norteamericana Natalie Portman: “Deseo un mundo en el que yo pueda vestirme como quiera, decir lo que yo quiera, y expresar mis deseos de la manera que yo quiera, sin temer por mi seguridad física o mi reputación, ése sería el mundo en el que el deseo de las mujeres y su sexualidad podrían expresarse plenamente.
Ése mundo que queremos construir es lo opuesto al puritanismo. Así que me gustaría proponer una manera de continuar con ésta revolución para llegar más lejos.
Proclamemos alto y fuerte: Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo necesito, esto es lo que yo deseo, de esta manera es como me puedes ayudar a tener placer.
A la gente de todos los géneros que están con nosotras hoy aquí, vamos a encontrar el espacio donde nosotras, mutuamente y de manera consensuada, cuidemos el placer de los unos y de las otras y permitamos el vasto rango de deseo y que éste se pueda expresar. ¡Hagamos la revolución del deseo!
Esta columna les ama.