El día miércoles el joven artista, Ruy Lohengryn Peña, perdió la vida en manos de la delincuencia cuando se trasladaba al trabajo. Los que conocían al artista plástico, refieren que el creador viajaba todos los días desde Pachuca hasta una secundaria en Tizayuca donde también era maestro.

Por desgracia, esta vez Ruy se resistió a un asalto que le costó la vida. La historia parece cotidiana – según algunos testimonios – debido a que con frecuencia en este trayecto los usuarios son amedrentados por asaltantes que se suben al transporte público para quitar las pertenencias de los pasajeros, en total impunidad.

En ello, probablemente,  pudiera existir complicidad entre los operadores del transporte y los asaltantes. Justo por el modus operandi con el que se conducen los maleantes quienes abordan el transporte en lugares estratégicos, sustraen las pertenencias de los pasajeros y bajan en otro lugar que les permite la veloz huida.

Ante esta realidad, las autoridades se han mantenido como espectadores. Porque las medidas de seguridad en las carreteras son mínimas. No sólo eso, por desgracia, son cada vez más frecuentes las historias que refieren a estos asaltos en diversos tramos carreteros sin que las autoridades tengan capacidad de reacción.

El caso indignante de Ruy nos pone en alerta sobre un grave problema de inseguridad. Un creador de aquella estatura fue arteramente asesinado. Hay que hacer algo urgente para que esta dinámica social cambie. En ese tenor se puede empezar por sancionar a la línea de transporte público que no tiene las medidas de seguridad suficientes. Hay que mantener un seguimiento puntual de los operadores del transporte público. Hay que minimizar las paradas de los autobuses en lugares de alta incidencia delictiva. Poner cámaras en las unidades y tener una comunicación permanente con la policía federal, estatal y municipal en caso de un inconveniente en el trayecto.

Hay muchas cosas que se puede hacer. Para tener la certeza que todos los que viajan en transporte público puedan regresar a casa a salvo y con sus pertenencias. En muy lamentable el deceso de Ruy el activista social, artista, maestro, creador, pero hay seguramente muchas historias anónimas que merecen la misma atención.

Que sirva esta fuerte lección para hacer algo que nos permita vivir en tranquilidad. En especial para las miles de personas que tienen que trasladarse al trabajo en trasporte público. Todos ellos merecen – como mínimo – tener la certeza de que regresarán a casa todos los días.

 

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