Por: Dr. César P. Marcial
Con la imposición de los modelos económicos en la región latinoamericana y otras más, así como por la consecuencia directa del enfrentamiento social en algunas de las naciones involucradas, los flujos de migrantes en particular desde Centroamérica hacia los Estados Unidos se iniciaron y continuaron con la necesidad de cruzar el territorio nacional mexicano e integrarse al flujo que desde este se dirigía a la frontera Norte con fines de cruzarla, donde por años no existieron mayores limitantes más que librar a la escasa policía fronteriza, en ocasiones mojarse la espalda al atravesar secciones del río bravo o lo que algunos decía una sencilla caminata a paso rápido para cruzar las garitas, cuando existían en las localidades de la frontera.
Esa situación cambio debido a las complicaciones que se desprendieron de un mercado extenso en mano de obra, la informalidad de trabajadores y empleadores que evitan el pago de impuestos en los distintos tipos de niveles fiscales que se tienen en ese lado de la frontera. Se puede enunciar también un cambio en el comportamiento social de las comunidades que recibían a los migrantes, asuntos tan claros como la delincuencia, xenofobia, pérdida de empleos y gasto social elevado pudieron ser las causantes de un incremento en la política restrictiva para la inmigración a los distintos espacios ya conocidos.
Otra de las consecuencias directas y durante todo un periodo de tiempo que supera las 3 décadas de este proceso, es la carencia de información sobre el verdadero tamaño al que llego y se ha conservado el flujo de migrantes, quizá como parte de complicaciones para lograrlo es la propiedad física del migrante del “desplazamiento” y que por obvia circunstancia su medición es fortuita; esta propiedad del migrante ha cambiado en los últimos años y no responde a un cambio en los orígenes de la migración misma, es decir la carencia de oportunidades económicas, bajas condiciones de vida y complicaciones sociales siguen siendo, en conjunto, lo que expulsa a los migrantes de sus lugares de origen, por lo que de identifica que es el tránsito lo que ha provocado el cambio a esta propiedad física del migrante.
Las condiciones de violencia o de vulnerabilidad a los que se exponen durante el flujo los han llevado a generar una perfil de invisibilidad a los sujetos, de sus motivos y de sus objetivos, en concreto se trata de tener la menor interacción con los agentes o actores que están cercanos, que son como una respuesta a la migración, se trata de no ser observados por las instancias o grupos que pueden lograr detener o cambiar su proceso de migración hacia el Norte. Las instituciones gubernamentales que están al pendiente del flujo y que remiten a este por su condición irregular por el uso no autorizado del espacio mexicano, al igual que las otras organizaciones que buscan lucrar de los migrantes al someterlos a niveles de violencia a cambio de recursos monetarios, en ocasiones bajos, pero que en volumen se convierten en una entrada que no se puede considerar baja o insignificante.
Como parte de la respuesta a esta nueva propiedad de los migrantes las instituciones no solo continúan con las complicaciones por la antigua propiedad del desplazamiento, la invisibilidad se ha convertido en un factor que difícilmente juega a favor de los migrantes, ya que esta ha dado oportunidad de contar con un “argumento o pretexto” para que no se influya o actúe en las condiciones en las que se desarrolla el flujo, que va más allá del tiempo de traslado, el hambre o elementos climáticos extremos, la verdadera propiedad del flujo es la vulnerabilidad que se incrementa al cambiar de sujeto, de espacio transitado, cercanía o lejanía de localidades, así como de los instrumentos estatales que proponen un tratamiento a veces especial del tema de migración más no a la vulnerabilidad del migrante.
Las instituciones gubernamentales estatales al ser tan diferenciadas en objetivos, metas, conocimiento y capacidades en el tema, tienen una impacto de igual forma diverso en el flujo, a veces alteradas esas acciones cuando existe una conexión con las otras organizaciones que “persiguen” al flujo, en donde son los propios migrantes que además de tener la necesidad de proteger su integridad, deben dejar la invisibilidad (individual) para entrar en contacto con ciertas esferas de la sociedad interesada del flujo, conservando la vulnerabilidad ya que estas últimas tampoco cuentan con las condiciones de seguridad, pero han podido resguardar a cierto tipo y número de migrantes.
El paso de los migrantes por las localidades rurales o urbanas de México es además de un tema poco reconocido por los nacionales, es un misterio para los centroamericanos al crecer el tiempo de estancia también lo hace la vulnerabilidad, que puede llegar a las semanas, que puede darse y terminar con la detención-devolución para intentarlo de nuevo o con la entrada forzada a los círculos delincuenciales por agresión sexual, para la explotación sexual, laboral, tráfico de órganos, en donde la extorsión es el infierno menor de esta escala. Caso especial y asociado al medio de traslado son las lesiones que sufren los migrantes durante el tránsito.
La invisibilidad es pues la propiedad de los migrantes en lo individual, y que sumadas se convierte en la vulnerabilidad por indiferencia de los que no pertenecen a este sistema de migración, los migrantes no siempre en condición de calle sino en carretera o de cruce de tren se hacen en ocasiones visibles para las sociedades en forma de nota periodística, ya sea por violencia hacia ellos o generada por ellos, por la actuación institucional que busca retenerlos o de las otras que buscan apoyarlos.
En ciertos espacios ya adentro del territorio nacional la vulnerabilidad del flujo vuelve a cambiar para ser visible en bastantes puntos, para convertirse en ocasiones en una complicación para la población por xenofobia o por no saber qué hacer, por lo cual las autoridades cuentan con el argumento de actuación en contra de flujo, lo que obliga a estos a seguir siendo vulnerables y difícilmente invisibles.
La lejanía y la invisibilidad propia se vuelve en contra de los migrantes ya que la sociedad desconoce lo que sucede en el flujo, no su origen, llevando quizá a la apatía, rechazo, a ignorar al sujeto de la migración y en su conjunto esto es otra forma de ser invisible (o segunda invisibilidad) a pesar de no querer serlo.
La otra respuesta de la sociedad es, la asimilación de la situación, en la que sobrepasa la vulnerabilidad de todo lo que significa el flujo, en esta ya existen instancias que son y que generan los momentos en los que se puede ser más cercano a la migración ya sea por la identificación de sujetos aún más vulnerables como son los migrantes infantiles, que desarrollan el tránsito solos o con adultos, por la violencia extrema hacia las mujeres, por los actos en contra de los grupos de migrantes, que no solo son mancillados por las instituciones en el origen, sino en el transito además por la población que confirma esa propiedad de invisibilidad y que paulatinamente se va construyendo una de insensibilidad.