Reservado tradicionalmente para invitados especiales, conocer el interior del Reloj Monumental y ascender hasta el campanario resulta una experiencia formidable y un reto físico, que en estos días está al alcance de todos los interesados.

Visitar este monumento, máximo símbolo de Pachuca, forma parte de los recorridos turísticos que ofrece la presidencia municipal en el presente período vacacional de Semana Santa, que incluyen además visitas a vestigios mineros y un recorrido por la ciudad.

Pero conocer el interior del monumento, de arquitectura neoclásica, de 40 metros de altura y construido entre 1904 y 1910 para conmemorar el centenario de la independencia de México, requiere, ante todo, de fuerza en las piernas, en los brazos y mucho entusiasmo.

El recorrido inicia con el ascenso por una escalera metálica de caracol de la planta baja al primer piso, o balcones, como se les conoce, con una parada para apreciar mejor la Plaza Independencia.

Paso siguiente, el mayor reto a la fuerza física, es ascender por una escalera vertical con una treintena de escalones de gruesa varilla encajados en la pared, por una de las columnas del monumento, hasta llegar al segundo nivel, en donde se encuentran la maquinaria del reloj y el sistema de poleas que permite su operación.

Admirar la maquinaria del Reloj, así, con mayúscula, es gozar de la  belleza de la misma, la cual fuera construida en Austria a finales del siglo XIX y adquirida por el famoso minero Francisco Rule, quien después de mantenerla almacenada por años decidió obsequiarla para el monumento que se planeaba construir.

Esta maquinaria no es una réplica exacta de la maquinaria que opera el Big Ben, de Londres, pero sí, informan investigadores, fue fabricada por la misma empresa relojera y con una aleación de acero tan fina, que hace unos años, el encargado entonces del mantenimiento de la misma, el relojero Jorge Holguín, calculaba un desgaste del 0.001% en sus primeros 100 años de vida.

Pero después de solicitar y recibir información –y de paso, descansar-, comienza el ascenso por una escalera metálica en zigzag, adherida a una de las paredes –y construida por el entonces alcalde, Rafael Arriaga Paz, pues anteriormente se ascendía por una gruesa, larguísima y vieja escalera de madera-, para subir al tercer nivel, en donde se encuentran las cuatro barras de transmisión que mueven las manecillas de las cuatro carátulas del reloj.

El que durante años anidaran dentro del monumento cientos de palomas, posándose en muchos casos en estas barras, provocaba los desajustes en las carátulas, razón por la cual hoy el reloj está recubierto con malla ciclónica en todo su interior.

En este nivel se encuentran, en el exterior, las cuatro esculturas femeninas talladas en mármol de Carrara, Italia –de los más finos en el mundo-, que representan la Independencia de México, la Constitución de 1857, las Leyes de Reforma y la lucha de la Reforma.

Los de piernas fuertes podrán continuar el ascenso, ahora sí, a través de una vieja escalera de madera, para subir hasta el campanario y admirar desde esa altura el centro de la ciudad, las antiguas campanas y los orificios que dejaran en techumbre de cobre del monumento los balazos con los que hasta mediados del siglo anterior, algunos que festejaban, pasados de copas, disparado para hacer sonar alguna campana.

Es toda una experiencia encontrarse en el último nivel del monumento, cuyo costo fue de 300 mil pesos –en tiempos en que un centenario de oro costaba 50 pesos-, y escuchar el ensordecedor repique de campanas.

 

¿Tocó realmente el Reloj el Himno Nacional?

Muchos viejos pachuqueños aseguran que sí, que lo escucharon en su niñez. Pero la realidad es que el campanario, aseguraban en contraparte los expertos, no alcanza a dar las notas que componen el Himno Nacional, lo que lo hace difícil sino imposible.

Pero siendo alcalde el arquitecto Mario Viornery Mendoza, a inicios de la década de los 90, éste decidió complacer a los pachuqueños y mandó instalar un carillón electrónico para dejar escuchar las notas del canto a la patria… ¡y todos contentos!