Tras haber ganado el año pasado el premio a Mejor Película en la última entrega del Ariel, la cual reconoce lo mejor del cine mexicano cada año, este triunfo para la opera prima de Amir Galván y Vanessa Arreola, “La cuarta compañía”, parecía algo extraño, ya que su cinta no había sido proyectada más que en festivales y en proyecciones privadas.
Ya con esta estatuilla y apostándole a su distribución, Cinépolis se encargó de por fin colocar en salas del país esta película, que, de entrada, viene a ser una propuesta refrescante ante una saturación de propuestas dentro de la industria del cine nacional que ha tomado el género de la comedia como un común denominador.
La película de Galván y Arreola, basada en hechos reales, cuenta la historia del equipo de futbol americano “Los Perros” de la cárcel de Santa Martha en los años ochenta, época donde Arturo “El Negro” Durazo Moreno, jefe de la policía del entonces Distrito Federal, usaba a este equipo como escuadrón del delito mientras mediáticamente era mostrado como estandarte y ejemplo de la readaptación social en el país.
El espectador seguirá dentro de esta cárcel a Zambrano, un joven que desde muy temprana edad se dedicó a cometer delitos que fueron creciendo como avanzaba su edad, hasta convertirse en un hábil ladrón de autos, pero que ve en el deporte un escape a su realidad, y que al llegar a Santa Martha busca ser parte de este equipo “ejemplo” en los reclusorios del país.
La historia que ambos directores relatan, con un evidente sustento histórico, golpea en la cara al espectador desde sus primeros minutos logrando de forma efectiva hacerle sentir que, junto con Zambrano, ha entrado a este reclusorio donde permea la ley del más fuerte y cada uno de los reclusos, o se adapta a las reglas marcadas por el director del penal, o la paga con su vida.
La película cuenta con valores de producción valiosísimos, la filmación en el penal mismo, la recreación de los partidos de futbol con técnicas y herramientas que logran hacerla visualmente sobresaliente, así como un trabajo de fotografía y edición que la dotan de un ritmo que la hacen dinámica y con una narrativa con identidad propia.
La obra de Galván y Arreola es una clara denuncia de que de readaptación estos centros no tienen nada, y es interesante ver como con el variado abanico de personajes exploran desde diferentes puntos de vista como viven estas personas su estancia en este “infierno”.
El reflejo de la corrupción que prevalece en este lugar logra indignar, pero sobretodo cuestionar como es que esta actitud permisiva de los altos rangos dentro del sistema de justicia y penitenciario del país dejaron crecer esta mafia que prevalece hasta la fecha en estos centros del país.
“La cuarta compañía” es una bocanada de aire fresco para el cine mexicano, siendo una obra autoral actual, pertinente e imperdible.
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