Por: Carlos Soto

En su Tratado sobre la tolerancia, Voltaire inicia con la historia de la ejecución de Jean Calas, un ciudadano de Toulouse el 9 de marzo de 1762.

Calas, un hombre de 68 años de edad, era comerciante desde hacía varios años en dicha ciudad. En 1762 el Sr. Calas y gran parte de su familia fueron aprehendidos y acusados de asesinar al mayor de los hijos de los Calas, Marc-Antoine. El joven Calas, habiendo perdido dinero en el juego, aparentemente eligió el día de una reunión familiar para cometer suicidio.

Parecía imposible que Jean Calas, quien desde hacía tiempo tenía las piernas hinchadas y débiles, hubiera podido ahorcar y colgar él solo a su hijo de 28 años, poseedor de una fuerza superior a la ordinaria”, refiere Voltaire. Los jueces decidieron  encarcelar a casi toda la familia y condenaron a muerte al padre.

El proceso de Calas fue sumario. Fue ejecutado en lo que se conocía como el suplicio de la rueda.

El Sr. Calas era protestante, en una época de intolerancia política en la cual la población de Toulouse todavía festejaba el aniversario de la matanza de San Bartolomé, ocurrida en agosto de 1572. La historia de la masacre fue convertida en novela por Alejandro DumasLa Reina Margot— y posteriormente se filmó una película en 1994 con el mismo nombre. El clima de intolerancia que culminó con la muerte de más de 4000 calvinistas fue exacerbado desde la corona y originó una sangrienta guerra civil.

Actualmente en nuestro país nos encontramos en periodo de campañas políticas para renovar el cargo de presidente de la república, las cámaras de diputados y senadores. El ambiente debiera ser el apropiado para el debate.

¿Qué tan lejos estamos de cometer los mismos errores que marcaron la política de la Francia de lo siglos XVI o XVIII? ¿Somos ya inmunes a responder a las incitaciones a la violencia? Hace poco un comentarista de una televisora fue despedido debido a sus veladas incitaciones a cometer homicidio contra un candidato a la presidencia que no es de su agrado, dando origen al término “periodismo sicario”. La cordura y el sentido común deberán imponerse a la intolerancia.

 

 

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