Ni Brad Bird puede dar una respuesta al porqué tardó tantos años en concretar la secuela de Los Increíbles, estrenada en 2004, y es que el gran riesgo que corre la secuela de esta tan querida película es haberse perdido en el limbo del tiempo.

Los Parr regresan justamente donde nos dejó la primera parte, quienes tras un caótico suceso se mantienen escondidos tras haberse suprimido la ley de superhéroes, pero un filántropo buscará, a través de Elastigirl, concientizar al mundo de que estos héroes son necesarios para la sociedad.

Hablar sobre calidad de animación con Pixar está de más, con Los Increíbles 2, la compañía animadora sigue probando con más detalles y manejos de cámara que benefician a las grandes secuencias de acción que se muestran durante su metraje.

Pero lo realmente importante aquí es qué historia nos tiene que contar su director y guionista, Brad Bird (Ratatouille, 2007) que justificara el regreso de estos queridos personajes 14 años después.

Cuando veía la película tuve muchos recuerdos de películas como Más Barato por Docena (2003), Los Tuyos, los míos y los nuestros (2005) y Entrenando a Papá (2007); todas estas, películas de la década pasada.

Y es que Mr. Increíble tiene que hacerse cargo de sus hijos mientras Elastigirl busca triunfar como heroína y activista de los derechos de los súper, entendible cambio de roles ante los cambios sociales que se viven actualmente sobre la perspectiva de género.

Sin embargo, la película exactamente se siente asentada aún en la década pasada, usando el humor de pastelazo abusando de Jack Jack, para hacer reír a la audiencia, y de paso, convertirlo en la salida fácil de los conflictos que se les van presentando a los demás miembros de la familia.

Además de Jack Jack, el personaje de Dash se queda también como un comic relief de la trama, mientras si bien el enfoque con Mr. Increíble es el más redondo, son las situaciones a las que Elastigirl es expuesta que resultan obvias, predecibles, aunque eso sí, emocionantes.

La secuela padece de lo que las películas de súper héroes padecen actualmente: de un villano plano con intenciones gratuitas, alejadas de lo que Síndrome, villano de la cinta pasada, no padecía.

La gran realidad es que, si bien la película cumple con entretener y hacer reír, falla en su narrativa obsoleta y pobremente llevada, con intenciones de continuar sobre su línea de valores familiares, pero esta vez llevados de forma genérica y poco emotiva.

¿Será que el factor nostalgia está obligando a la industria a entregar secuelas innecesarias a sabiendas de que aun así generarán una gran cantidad de dinero en taquilla? ¿Hasta cuando el espectador seguirá aceptándolas sin cuestionar la calidad de las mismas?

 

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