Grandioso lo que acaba de ocurrir en Argentina, por escaso margen la Cámara de Diputados aprobó la legalización del aborto, esto quiere decir que las argentinas pueden acudir a los centros de salud públicos para practicarse un aborto de manera segura, limpia, con soporte médico y de especialistas.

Antes de ésta ocasión siete veces había sido presentado el proyecto de ley para legalizar el aborto y nunca había pasado. Al triunfo de la democracia en Argentina, es decir fuera del poder los grandes capitales, militares y privados,  nunca se había logrado cruzar la puerta.

Entre abril y mayo del año en curso, 700 oradores a favor y en contra del aborto legal pasaron por el Congreso. Eso permitió reconocer, porque hubo testimonios, que miles de mujeres han abortado en Argentina, que se negaron a ser madres, un mandato del patriarcado, o a tener un hijo más.

Según estimaciones de la Secretaría de Salud de Argentina, 450 mil mujeres abortan cada año en ése país del sur del continente, es decir, es muy claro, el tema del aborto, es un tema de salud pública no sólo en Argentina, sino en toda Latinoamérica.

Pero mejor que lo ocurrido en el Congreso, han sido las vigilias multitudinarias de mujeres y hombres que están a favor de los derechos de las mujeres. Han demostrado poder, han demostrado cohesión, han demostrado, sobre todo las mujeres de ése país austral, que pueden tener diferencias, enormes en algunos casos, pero que cuando se trata del avance de todas las argentinas, la unión hace la fuerza.

Ésta fuerza que mostraron las mujeres de Argentina, no se da por generación espontánea, es fruto de años y años de lucha de ellas en ése país, ahí donde los hombres claudicaron. Donde los hombres ante la represión del ejército se echaron para atrás, ¡ellas mostraron la cara! para defender a sus hijas e hijos asesinados por los militares, desaparecidos por la dictadura, inmolados por las fuerzas más retrógradas, primitivas y aldeanas, ésas que siempre están al asecho, para imponer sus privilegios, ésos que son sólo para algunos.

Por supuesto los pañuelos blancos de las abuelas de la plaza de Mayo, son el antecedente de los miles de pañuelos verdes que ondearon por toda la Avenida Primero de Mayo.

Y lo mejor de todo fue ver a las jóvenes en las calles, a las millennials, a las emperadoras, a aquellas que pensamos que jamás iban a despertar, están ahora en las plazas, en las avenidas, en las calles, ¡así como lo pronosticó el chileno Salvador Allende!, lo que nunca se imaginó Allende, es que serían rostros femeninos, ¡esos que más temprano que tarde ocuparían las grandes avenidas donde camine la mujer libre!

Fue hermoso, fue muy hermoso, sin embargo, hay que esperar ahora el latigazo furibundo del patriarcado, siempre vengativo, siempre mezquino, siempre revanchista.

¡Ya cayó, ya cayó, el patriarcado ya cayó! Fue el grito emocionado de miles de mujeres, creo que aún no es posible asegurarlo, pero disfrutemos, disfrutemos de éste momento y seamos felices que eso es lo que más le duele a éste sistema.

Pero ante la felicidad de las argentinas me pregunto ¿cuándo en México, cuándo las millennials y emperadoras mexicanas se lanzarán a las calles a defender sus derechos?, ¡no sé cuándo!, lo único que les puedo decir, es, que ahí estaremos con ellas las viejas, las históricas, las ancestras, las que ya vamos para afuera, ¡de eso no les quepa duda!

¡Ya cayó, ya cayó, el patriarcado ya cayó!

 

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