Apenas repuestos del “tsunami-AMLO”, en la primera semana que transcurrió con Andrés Manuel López Obrador como “virtual” presidente electo, ya comenzaron a surgir y crecer dudas sobre lo atinado de su elección.

A través de toda clase de “memes” en las redes sociales, de comentarios “de pasillo” y hasta contundentes declaraciones, se evidencia el malestar que surge entre quienes consideran que “ya hay un nuevo PRI, se llama Morena”… y muchos de ellos son de quienes impulsaron al tabasqueño.

Quizá la declaración más contundente la hizo el Comandante Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, quien afirmó que “habrá cambiado el capataz, pero el dueño de la finca sigue siendo el mismo”.

Al observar estas reacciones, como ciudadana me surge una pregunta: ¿pues qué esperaban quienes le impulsaron que hiciera en los primeros días?

¿Qué sacara a la luz toda la mugre del caso Odebrecht al día siguiente? ¿Qué le declarara poco menos que la guerra a Donald Trump el martes? ¿Qué se encerrara en su bunker a piedra y lodo con quienes se la jugaron con él? ¿Qué declarara su absoluto repudio a las instituciones gubernamentales? Y, hasta de plano, ¿qué dijera que pasada la ceremonia de investidura presidencial esperarían a Enrique Peña Nieto, ya sin banda ni fuero, policías ministeriales para encarcelarlo?

Es cierto que fue el hartazgo de los mexicanos ante la corrupción, la impunidad y la violación constante de la ley lo que llevó a una elección históricamente alta en participación a favor de López Obrador, pero también tenemos que pensar que México es un país de leyes, de tratados comerciales y acuerdos institucionales.

Que López Obrador pasó de ser candidato, en un enfrentamiento prolongado contra la “mafia en el poder”, a ser un presidente prácticamente electo que deberá gobernar ante la atenta mirada extranjera y del 30% de los electores que no votó por él.

Que el horno no está para bollos y López Obrador debe estar consciente de que, o lleva las cosas con calma, respetando los cauces legales, o pasará a la historia como el presidente que incendió al país.

¿Qué se entrevistó con los empresarios más ricos de México? ¡que bueno! Nos guste, o no, son las empresas las que generan la riqueza –y los impuestos- en el país, no el gobierno.

¿Qué acudió a Palacio Nacional a entrevistarse con Peña Nieto? ¡Que bueno! Esta visita no le compromete a nada pero sí envió el mensaje a los mercados nacional y extranjero de que será un presidente apegado al marco legal. La respuesta fue la recuperación del peso frente al dólar.

¿Qué ya no ha vuelto a hablar de encarcelar a todos los corruptos e insiste en la palabra reconciliación? Pues está bien, hay que pasar de las palabras a los hechos, de las promesas de campaña a las acciones, y para que estas no pierdan contundencia no deben ser anticipadas.

Para mi hay mensajes positivos de López Obrador esta semana, como el dar a conocer el listado de miembros de su gabinete, que con excepción de Marcelo Ebrard -¿qué no se encontraba en el extranjero por las acusaciones de peculado en su contra?-, presentan formación académica y experiencia profesional de excelencia.

Persisten “negrotes” en el arroz como el arribo al Congreso de la Unión de gente nefasta como los Bejarano, los Padierna, los “napitos” y demás, pero habrá que darle a AMLO el poder de la duda y ver qué hará contra todos los que han saqueado al país.

Habrá que ver cómo actúa el tabasqueño, ya como presidente, con todos aquellos que se “colgaron” de su éxito y se subieron al tren que conducía, pero que son señalados por la sociedad, que exige investigarles.

Si bien es cierto que a López Obrador se le llegó a confundir  con un “ser de luz”, con un “iluminado”, con casi un santo, la realidad es que es sólo un político y que, esperemos, buscará dar lo mejor de sí.

 

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