Los indicadores de seguridad en el país muestran números alarmantes. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Púbica (SNSP), que pertenece a la Secretaría de Gobernación; en julio pasado se tuvieron en el país 2 mil 599 homicidios dolosos. Esto es, el mes más violento desde hace 21 años que se tienen datos en esta materia.
Par darnos una idea de la magnitud de estas cifras habría que decir que en lo que va del año (7 meses) han ocurrido 16, 339 homicidios. Basta decir que en toda la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973 – 1990), considerada la más lacerante de la historia en América Latina, murieron alrededor de 40 mil personas según cifras oficiales.
En otras palabras, la peor dictadura en la región que la padecieron durante 17 años los chilenos, no se compara con los 112 mil 836 muertos que van durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Si utilizamos sólo este criterio, se podría decir que durante el actual gobierno estuvimos inmersos en un escenario tres veces más violento que los saldos que dejo la dictadura más longeva del continente.
Aunado a lo anterior, el SNSP reconoce que en el mes de julio se registraron 83 secuestros (casi tres por día). Mientras que en el mismo periodo hubo 20, 447 robos con violencia. Con estos datos los mexicanos viven en constante temor.
Bajo este contexto, en la ciudad de Pachuca acaba de ocurrir un caso que llamó poderosamente la atención. Resulta que una joven mujer, trabajadora de la Presidencia Municipal quien estaba reportada como desaparecida, fue encontrada sin vida al inicio de esta semana.
La forma y el fondo de este lamentable acontecimiento llenan de impotencia. La funcionaria quien en vida llevaba el nombre de Olayet Cabrera Carranco, desapareció el 29 de junio al medio día en pleno centro de la ciudad (plaza Independencia, a dos calles a la sede del ayuntamiento).
Ante tal escenario, todos los capitalinos estamos expuestos a una dosis de violencia inusitada en donde – hasta hace pocos años – se distinguía por ser una ciudad tranquilidad. De hecho, durante muchos años a la entrada de la ciudad había letreros – discretos por la inutilidad de la reiteración – que rezaban, Pachuca ciudad tranquila.
Esa fue la etiqueta que llevó la ciudad en donde era muy difícil que ocurrieran eventos violentos. Pues ahora resulta que todos los días existen casos que están dejando como vieja añoranza aquella imagen de provincia tranquila.
Lo peor del caso es que las autoridades no parecen reaccionar al mismo ritmo que la circunstancia amerita. Con carencias significativas, los cuerpos policiacos parecen rebasados por eventos cada vez más complejos entre los que se distinguen desapariciones, homicidios, secuestros, robos de combustible, entre otros.
Ante esta realidad, el reclamo resulta generalizado. Hay mucho que hacer en términos de procurar seguridad e integridad a los mexicanos. Ojalá que los cambios orgánicos que vienen en la materia (Crear una Secretaría de Seguridad Pública, reuniones diarias con el gabinete de Seguridad Nacional, profesionalizar los cuerpos policiacos, entre otros), regresen la tranquilidad a los personas.
Twitter: @2010_enrique