El tema salió a flote en el Cuarto Festival Nacional de la Granada, en Ixmiquilpan, este fin de semana, por el retraso en la llegada de productores de Chihuahua que se habían reportado, poco antes, asegurando que ya se encontraban a la altura de Huichapan: la seguridad que “se respira” en Hidalgo.
El anuncio de que los viajeros, que habían recorrido ya más de mil 300 kilómetros para llegar a Hidalgo, se encontraban, aunque retrasados, en la entidad, fue recibido con alivio por productores de granada que circulan por todo el país. “Ya están en territorio seguro”.
Comentarios que capturaron la atención de los hidalguenses presentes en el evento, que acostumbrados a vivir en uno de los estados con mayor índice de seguridad en el país, ven con preocupación, hasta con temor, que los hechos delictivos parecen dispararse en nuestro estado.
Quienes observan con preocupación este fenómeno, convendría recomendarles que diferencien entre los crímenes locales y los que afectan a la entidad sin tener origen aquí.
Recuerdo que hace 30 años Pachuca era la mar de la tranquilidad: coches que se dejaban abiertos, con las llaves en el encendido e, incluso, con el motor en marcha; taqueros que no llevaban la cuenta y al momento de pedirla preguntaban “¿cuántos tacos se comió?”; puertas abiertas en los vecindarios y niños de seis años que ya iban a la tienda cercana por el refresco o que aprendían a patinar y jugar al futbol en las calles.
Recuerdo también a los adolescentes “dando la vuelta en la Revo”, yendo al cine en grupos, yéndose “de pinta” al Real o a la presa de El Cerezo y, ocasionalmente, siendo protagonistas de pleitos en la discoteca de moda.
Al paso de los años la nota roja en el Sol de Hidalgo sirvió para conocer “ahora quién chocó”, qué pleito y en qué cantina tuvo lugar, y ocasionalmente, quien se suicidó.
Un ambiente de confianza pueblerino que era aprovechado por carteristas, farderos, paqueros y demás delincuentes, llegados ya desde entonces del Estado de México y la capital del país, que venían a sorprender a los incautos pachuqueños.
Al paso de los años creció la delincuencia en México e Hidalgo no fue la excepción, Sin embargo ha sido en los últimos diez años cuando la criminalidad se ha ido disparando en el estado, y lo que en los primeros años causaba asombro y gran revuelo, poco a poco ha ido ganando cierta indiferencia, como lo es el abandono en la entidad de cadáveres de secuestrados o pandilleros asesinados en otros estados.
Ya el entonces gobernador Miguel Osorio hacía notar que Hidalgo estaba convirtiéndose en el “cementerio” de los cadáveres de personas asesinadas en otras entidades.
Sin embargo es con la llegada a Hidalgo de los huachicoleros, con la contratación de locales para el robo de combustible, los pleitos entre grupos por las tomas clandestinas y los enfrentamientos armados con la policía, lo que viene a generar un clima de inseguridad entre los hidalguenses.
Pero cabría preguntarse, considero, ¿los hidalguenses nos estamos volviendo violentos o seguimos siendo las víctimas de la violencia que priva en entidades vecinas?
Porque si la violencia es interna, corresponde frenarla a las autoridades locales, pero si es “importada”, amerita de la actuación en conjunto de autoridades federales, estatales y municipales.
Así que la próxima vez que leamos una nota roja, convendría que diferenciáramos si es un hecho local o no.
Claro que esto no exime a las autoridades de una efectiva actuación, la que todos reclamamos, pero es muy distinto el sentir que se experimenta cuando se hace esta diferencia y dejamos de ver al vecino, ese vecino de muchos años, como un posible agresor.
Da cierta tranquilidad también, cuando gente de otros estados, que recorre el país, hace notar que en Hidalgo “se siente” la tranquilidad.
Definitivamente renace el deseo de colaborar para que esta tranquilidad no se pierda.