Después de más de siete años de publicación ininterrumpida el jueves 23 de Agosto esta columna no se publicó, porque el autor tuvo que ser ingresado en el Servicio de Urgencias.
Nuestra concepción del tiempo y de la vida se asemeja a la de una flecha que ha sido disparada cuando nacemos, y avanza hacia el destino final que es la muerte, allí la flecha termina su vuelo. Pero en un Servicio de Urgencias las cosas cambian. No hay ventanas que nos permitan saber si es de día o de noche, la luz del Sol está ausente. Sólo los cambios de guardia o las breves visitas dan pautas para medir el paso del tiempo. La flecha no parece recorrer un espacio con un antes y un después, sino estar inmersa en una materia algodonosa donde sólo se percibe el instante. Lo demás ha desaparecido, el tiempo parece haberse detenido.
Un viaje de ida, cargado de expectativas transcurre más lentamente que el de regreso, cuando ya tenemos memoria del trayecto. El tiempo feliz parece volar y el de la tristeza y el dolor alargarse. Pero, me atrevo a decir, el tiempo en el Servicio de Urgencias no es ni corto ni largo, es un no-tiempo.
La iglesia Católica allá por la Edad Media, dividió al día en siete horas “canónicas” indicando las oraciones que correspondían a cada una. De la hora sexta, que tenía lugar a mediodía, deriva la palabra “siesta”. Actualmente se conoce a las horas canónicas como la Liturgia de las Horas, obligatorio para sacerdotes y religiosos o religiosas, y recomendado para los fieles. Del tiempo que marcaba el momento de ciertas oraciones, la vida moderna nos marca el momento de cumplir otras obligaciones más mundanas: ir a la escuela, al trabajo o cualquier otra actividad.
Pero en ambos casos hay un reloj, un dispositivo mecánico o electrónico que divide al día en partes iguales, algo que desmiente nuestra percepción. Parecería que, con pocos o casi ningún referente externo como en el caso del Servicio de Urgencias, el tiempo dejara de “fluir” y adoptara una forma distinta a la que aceptamos socialmente.
No sabemos qué es el tiempo, sólo sabemos que lo medimos de una forma lineal, y lo percibimos de muy distinta manera. Si la percepción en el Servicio de Urgencias se transformó en algo que parecía eliminar el transcurrir en forma lineal ¿ocurría algo similar con nuestras vidas? ¿Dejamos en esos momentos de ser la flecha que busca el blanco? No lo sé, sólo dejo planteada la cuestión, pero la percepción del tiempo que experimenté esos días me abre un abanico de preguntas que quizás otros puedan contestar.