El tema de la austeridad en el gobierno ha cobrado relevancia después de las elecciones del 1 de julio. Cuál más, cuando el ahora presidente electo, tomó el tema como bandera de su campaña y ahora en el periodo de transición manda señales que refuerzan esa voluntad.
Estas medidas – simbólicas – generan gran aceptación en el grueso de la población. Quienes hemos visto desde hace años que la clase política gobernante había encontrado un pasaporte directo a los lujos y excesos.
Andrés Manuel López Obrador – por convicción o conveniencia – se mantiene en una justa medianía al trasladarse en un vehículo compacto, al viajar en vuelos comerciales, al no tener equipo de seguridad ostentoso, entre otros.
Aún más, dentro de sus líneas discursivas el presidente electo sostiene que ahora será el gobierno el que “se apriete el cinturón”. No más gastos exagerados en la administración pública federal. Y para tal efecto, ya prometió que se bajará el sueldo para ganar 40% menos que le presidente actual Enrique Peña Nieto.
Para darse una idea de lo que estamos hablando, el Senador Ricardo Monreal Ávila presentó un Plan de Austeridad para la Cámara Alta. Por ejemplo, para lo que queda del año el gasto programado será menor de lo ejercido por el Senado en el año 2013. Esto significa un ahorro de 590 millones de pesos. En particular, para el periodo Septiembre – Diciembre de 2018 se eliminarán: los seguros de gastos médicos mayores, los seguros de separación individualizada, el concepto de complemento de aguinaldo y el concepto de estímulos por evaluación de desempeño. Aunado a lo anterior, se reducirá al 50% las asignaciones a Grupos Parlamentarios y se reducen viajes internacionales en un 30%. Al mismo tiempo, se eliminan los gastos de gasolina, vales de despensa y celulares del personal de mando.
En otras palabras, hace poco en esa representación (Senado de la República) se gastaron 50 mil pesos por concepto de bocadillos, café y algunas botanas en cada sesión del pleno, como lo informó Excélsior (29/08/2018). Esto equivale a que en 3 años (según se reportó) se realizaron 12 mil 100 reuniones, lo que representó un gasto de $82 millones en café, bocadillos y frutas.
En otras esferas del gobierno también se dan los excesos. Por ejemplo, en el estado de Hidalgo se acaban de dar un gusto caro. Según se informó a través de varios medios (EA Noticias, Noticias ZMG, entre otros) para el presente ejercicio presupuestal se “programó gastar más de 47 millones de pesos en amenidades para las oficinas de los funcionarios de Hidalgo, donde encima, muchas de ellas están cotizadas a sobrecosto”.
El periodista Emmanuel Ameth encontró en el Programa Anual de Adquisiciones y Obra Pública (PAASOP), que el gasto contemplado para la compra de sillas ejecutivas de piel, escritorios de madera, sus respectivas computadoras e impresoras, mesas de juntas, libreros de madera, archiveros, servicios telefónicos, sillas de visita y salas de espera, además de unidades de almacenamiento de datos para las computadoras, es muy superior al costo real.
Por ejemplo, asegura Ameth, “el gobierno de Hidalgo se deshará de 112 anaqueles y archiveros vendiéndolos a 21 mil 242 pesos; sin embargo, comprará 1,800 anaqueles a 3 millones 720 mil 939 pesos, es decir que mientras los anaqueles viejos los rematan en 189 pesos la unidad, los nuevos los compran en más de 2 mil pesos”.
Está muy arraigada la idea de que los políticos ganen muy bien y se mantengan por encima del nivel de vida la gran mayoría de los mexicanos. Poco a poco eso tendrá que cambiar. Muchas más cosas ameritan la atención del nuevo gobierno que tomará las riendas del país en diciembre. Pero es cierto, que esas muestras de austeridad que se pretenden llevar a cabo a nivel federal deben de tener eco a nivel local. Donde algunos gobernadores – como el caso de Omar Fayad – se encuentran más cómodos dentro de una esfera de ostentaciones.
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