La seguridad de nuestras vidas y viviendas ante un peligro de incendio no depende sólo del cuidado que pongamos en el manejo de sustancias inflamables o peligrosas en nuestro domicilio, sino del cuidado que pongan nuestros vecinos en hacer lo mismo, ya que un incendio generado en urna vivienda rápidamente se extiende a otras. La seguridad es cosa de todos, pero ¿qué pasa si el vecino no colabora? Si legalmente no es posible forzar esa colaboración debemos analizar, con la información que poseemos, posibles escenarios de incendios y prepararnos en consecuencia.
Algo similar ocurre con el peligro nuclear que Estados Unidos representa para México. De los más de 400 reactores nucleares que hay en el mundo, más de 100 están en los Estados Unidos. Si a esto agregamos el formidable arsenal de armas nucleares, tenemos cientos de posibles focos de contaminación radiactiva.
Ubicada entre San Francisco y Los Ángeles se encuentra la central nuclear de Diablo Canyon-El 25 de Agosto de 2014, después de un terremoto de magnitud 6.0 que sacudió el norte de California provocando daños y heridos, se conoció un documento del Dr. Michael Peck, ex inspector jefe residente de la Comisión Nacional Regulatoria (CNR) en la Central Eléctrica Diablo Canyon, en el cual se considera que tres de las fallas geológicas cercanas a la central: Shoreline, Los Osos y San Luis Bay pueden generar terremotos de intensidades superiores a las máximas consideradas en el diseño. El Dr. Peck afirma que la central de Diablo Canyon debe ser cerrada. La central sigue funcionando. Es un ejemplo de uno de los innumerables peligros que se ciernen sobre Estados Unidos y México.
A unos 250 kilómetros al norte de Ciudad Juárez, en Nuevo México, se construyó la Planta Piloto para Confinamiento de Residuos: WIPP (Waste Isolation Pilot Plant), un enorme complejo subterráneo excavado en una formación salina, a 650 metros de profundidad, en el cual, desde 1999, se están depositando residuos del programa de armas nucleares de Estados Unidos. En 2014 un accidente provocó escape de material radiactivo y la planta estuvo largo tiempo paralizada. ¿Qué hubiera ocurrido en el caso de un accidente de mayor importancia y con vientos soplando hacia el sur? Es otro ejemplo de un peligro que está a nuestras puertas.
En la opinión de este columnista México debería disponer de una amplia red de monitoreo de radiactividad que cubriera todo el territorio nacional y las zonas costeras del Pacífico y Atlántico. Un comité de expertos debería determinar cuáles de las instalaciones de Estados Unidos representan el mayor peligro potencial para México y desarrollar modelos que permitan implementar medidas de prevención. Nada de esto asegura que no suframos las consecuencias de un posible evento de contaminación radiactiva, pero sin duda ayudará a paliar sus efectos. En este caso la peor actitud sería no hacer nada.