Primero fueron las voces empresariales y ahora es el propio presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, quien pide a los mexicanos irnos acostumbrando a las encuestas.

La primera de ellas fue en torno a la ubicación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México… de las últimas, ¿una reforma constitucional que le permita la reelección?

La realidad es que este tema de las encuestas públicas para tomar decisiones fundamentadas en el parecer de la población parece, a simple vista, una práctica totalmente democrática.

Una práctica muy distinta que la acostumbrada hasta ahora por las administraciones de los tres niveles de poder de tomar decisiones desde un escritorio y aplicar aquello de “¡y se joden!”

Sin embargo, en el caso de las encuestas ciudadanas impulsadas por López Obrador no dejan de encenderse las alarmas, de sentirse un cierto prurito, requemor.

Y ello, porque en México vivimos un hecho inédito: un presidente de la república de la izquierda, electo por una mayoría apabullante; votaron a su favor más del más del 53 por ciento de los 63 millones de mexicanos que sí acudieron a las urnas el 1de julio.

Pero además el partido de López Obrador, Morena, arrasó en las cámaras de Diputados y el Senado.

Tenemos entonces un panorama que desconocíamos, ante el cual se hace evidente nuestra ignorancia, tanto de los que ganaron como el resto de los mexicanos.

Surge entonces la necesidad de información, de directrices sobe el rumbo que tomará el país, pues lamentablemente vemos a un presidente electo que pareciera seguir en campaña, que insiste en ofrecer y ofrecer, pero sin detallar el origen de los recursos para cumplir sus promesas.

Pero hasta ahora ha resultado especialmente preocupante el que usara una consulta pública para tomar una decisión tan eminentemente técnica y económica como lo es la del nuevo aeropuerto. El que se deje esta decisión en manos de mexicanos que saben de aeronáutica lo  que  yo sé de física cuántica, es decir, nada.

Pero sobre todo cunde la preocupación, y la ocupación, cuando escuchamos a analistas políticos exponer que las encuestas serán la herramienta de López Obrador para la toma de decisiones que pudieran cambiar el rumbo del país.

Una de ellas, quizá la más grave, la de reformar la Constitución para permitir la reelección presidencial y perpetuarse él –o sus incondicionales, por razones de edad de López Obrador-, en el poder.

De inmediato vienen a la  memoria los pasajes armados que hicieron posible bajar de la silla presidencial a Porfirio Díaz.

México ocupaba hasta mediados del año anterior el sitio 16 de la economía mundial; pese a la pobreza en que viven millones de mexicanos, sin acceso a los mínimos de bienestar, a la aberrante concentración de la riqueza y la corrupción que corroe al país, es considerado en el extranjero una potencia económica.

Pero muchos  países también lo fueron; en América Latina tenemos los ejemplos de Venezuela y Brasil. Esperemos no recorrer el mismo camino. Queremos un país de ricos pero donde la brecha económica se reduzca, no queremos un país de pobres… porque los ricos emigraron o no caben ya en las cárceles.

Por eso necesitamos de un gobierno de expertos, de congresos integrados por legisladores preparados, eficientes; de leyes e instituciones de justicia que detecten y sancionen las corruptelas, los abusos de poder… y no de mexicanos que sin tener idea exacta de lo que se les pregunta, toman las grandes decisiones que darán rumbo al país.

✉️ dolores.michel@gmai.com