Todos tenemos 2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 trastatarabuelos, 64 pentabuelos, 128 hexabuelos, 256 heptabuelos, 512 octabuelos, 1024 eneabuelos, 2048 decabuelos; un total de 4094 ancestros en 11 generaciones. Cuantas historias podríamos encontrar en la memoria de cada uno de ellos. Las historias que se esconden en el devenir de ese lazo sanguíneo. Marco Antonio Mendoza Bustamante me sorprendió con esta numeralia genealógica, charlando sobre su libro “El baúl de mi padre”.
Marco Antonio comenzó a escribir este libro la noche que murió su padre. No era un homenaje, o no solamente, era la necesidad imperiosa de no olvidar todas aquellas historias que había escuchado de su boca y que, consciente del inexorable paso del tiempo y la afección que causa en los recuerdos, no quiso que se desvanecieran. Los escribía para su Padre, para demostrarle que los había atesorado con el mismo kilateje con que se los había confiado; recuerdos que a su vez recibió de su padre y su madre, abuelos de Marco Antonio. Pero también los escribía para sus hijos, para trasmitírselos lo más parecidos a como fueron escuchados y no tergiversados por la subjetividad la propia memoria.
“El baúl de mi pare” se compone de 19 capítulos antecedidos por un prefacio. A través de ellos Mendoza Bustamante va narrando la historia familiar que es un botón de millones de historias familiares en México; todos tuvimos un bisabuelo o tatarabuelo que peleó en la Revolución de 1910, una abuela que se fajó para sacar a la prole adelante después de enviudar, un pariente que se fue de mojado, etc. Es decir, el autor nos narra lo que acontece en nuestro país desde su historia personal, desde su microhistoria; la historia “matria” dicen algunos.
Pero al ir dándole forma definitiva a su memoria, Marco Antonio se valió del escondite donde su padre guardaba sus camisas y sus corbatas: un baúl. Debajo de ajuar diario había fotografía, documentos, actas de nacimiento, telegramas, poemas escritos a puño por su padre; el soporte documental pues, de la historia que verbalmente le había sido otorgada desde niño. Cada trozo de papel, cada imagen rescatada, fue también la argamasa para unir todas las historias, detallar un suceso, precisar una fecha.
Es así como, nos enfrentamos a un libro profundamente personal. El autor no se deja vencer por el pudor y nos entrega su historia, que es la suma de todas las historias que pudo escarbar en la vida sus antepasados conocidos. Ese es tal vez el valor más importante de este libro, la complicidad que el autor establece con el lector, como diciéndole “voy a contarte lo que soy, que es el cúmulo de lo que han sido mis ancestros”. Es inevitable no sucumbir a ese acto de generosidad y pensar cuantas historias de nuestra propia familia serán olvidadas cuando muramos. Ahí radica el valor de la historia oral, pero también, la impronta de la historia escrita y documentada.
Marco Antonio Mendoza Bustamante se ha afianzado como un joven historiador y cronista tulancinguense, que ya desde hace más de una década nos ha regalado una mirada fresca de la historia de su ciudad a la par de los sucesos mundiales y nacionales, como también perfiles de personajes erróneamente valorados por la historia “patria” como Venustiano Carranza. Leerlo resulta siempre, un tiempo bien empleado y cautivador.
Paso cebra
Antes de terminar quiero compartir con usted, estimado lector, la alegría que aún perdura en mi ánimo y que es provocada por el quinto aniversario del programa de radio “Bibliófono”, el cual produzco y conduzco semanalmente en la frecuencia de 98.1 F.M. Hidalgo Radio. Algo así como 260 programas donde el tema principal es la literatura, y en los cuales me han acompañado incontables colegas escritores, en presencia o vía telefónica; gracias a todos ellos, desearía poder mencionarlos a todos, pero como ya dije, son incontables para mi memoria dispersa. Gracias también a todas las personas que habitualmente nos escucha, gracias a ustedes no soy una voz que clama en el desierto; y gracias a los directivos de Radio y Televisión de Hidalgo por permitirme ser parte del esfuerzo de comunicación social que implica un medio público; espero que mi granito de arena en algo contribuya. Gracias, de verdad. Si usted, que lee estas líneas aún no es radio escucha del “Bibliófono” lo espero todos los sábados en punto de las 18:30 hrs. Creo de corazón, que no se arrepentirá.