Alzas descomunales en precios de alimentos, de entre 25 y 30 por ciento; en electricidad, hasta en 50 por ciento, y en gasolinas, de entre un 20 y un 30 por ciento –muy por encima de la inflación estimada por el Inegi, de 4.56 por ciento hasta noviembre-, han obligado a la industria restaurantera, entre otras, a elevar sus precios.
“Son incremento que dificultan el buen comportamiento de los restaurantes, pues al encarecerse el costo de operación, los precios necesitan ser ajustados para seguir operando”, afirmó el presidente de la Cámara Nacional de a Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), Alán Vera Olivares.
Sin embargo, los restauranteros han emprendido medidas que impacten en sus costos, como convenios con proveedores, cambios de iluminación, entre muchos otros, buscando que los incrementos de precio en los platillos sea el mínimo.
Suben la luz, la gasolina y el gas… ¡y sube todo!
Pero el alza en materias primas ha afectado a otros sectores como el panificador, que ha tenido que elevar el precio del biscocho por los incrementos de precio en combustibles, azúcar, grasas y aditivos, para evitar alza en el precio del popular bolillo, el cual se mantiene en dos pesos la pieza.
A decir de empleados de panificadoras tradicionales, consultados, se han debido adoptar también medidas como el uso estrictamente indispensable del dulce o la sustitución, en la medida de lo posible, de mantequilla por margarina y en reducir el peso de los bolillos, que ya no es el oficial de 70 gramos la pieza.
“Aunque de lo que más se queja el patrón es de los aumentos a la electricidad y al gas, que suben a cada rato”, comparte Mariana, empleada de un expendio tradicional al sur de Pachuca.
Se han encarecido también a lo largo del año alimentos como el chicharrón de cerdo, que de costar 120 pesos el kilo, en enero, ahora se vende en 140 y 150 pesos; los quesos populares que se venden a granel, y que como en el caso del Oaxaca, elaborado en Tulancingo, se vendía en 80 pesos en enero y ahora alcanza los 116 pesos.
O productos para el aseo personal como el chapú Caprice, en envase de 800 milímetros, que a principios de año se vendía hasta en 24 pesos y ahora alcanza los 38 pesos, o los jabones de baño, en barras de 120 gramos, que además de adelgazarse y pesar ahora 100 gramos, pasaron de venderse en 9.50 pesos, en promedio, hasta alcanzar los 14.50 pesos.
Resienten sin embargo las amas de casa, especialmente, los incrementos de productos perecederos como el jitomate, que se vendía en los primeros meses del año en 12 pesos el kilo, en promedio, y alcanza en estos días los 32 pesos, o el tomate verde de cáscara, cuyo precio paso de los 12 pesos, en promedio, a las 30 pesos actualmente.