Los eventos trágicos se procesan de maneras insospechadas en México. Cual más si se trata de personajes de la política que lamentablemente pierden la vida. Ante tal escenario, no existen criterios definidos en torno a la reacción que tendrán las personas. Son tan variadas las expresiones que se encuentran que conducen a una momentánea conclusión: cada quien tiene una interpretación distinta de la vida y de la muerte.
Pero casi por regla general la muerte reivindica. Esto es, se recuerda invariablemente lo mejor de las personas que perdieron la vida. En este caso se hace un largo listado de virtudes y se olvidan – por cortesía o decencia – los defectos que en vida tenían los ahora fenecidos.
Así honramos a nuestros muertos, con los mejores recuerdos. Sin embargo, a muchos de esos adelantados en el camino se les debería juzgar de otra manera. Recordar que no tuvieron tantas cualidades como se le suelen adjudicar y que como cualquiera de a pié cometieron errores.
Bajo este tenor, la muy lamentable muerte de Rafael Moreno Valle y su esposa Martha Érika Alonso activaron los mecanismos antes citados. Hay quieres osaron de versiones desorbitadas haciendo especulaciones sobre la “conveniencia” de que la pareja muriera justo antes de una Auditoría de la Federación que iba a poner de manifiesto un desvío de recursos millonario en Puebla.
Otras versiones hablan de una venganza orquestada por un grupo de huachicoleros que propinaron la muerte de los esposos como medida extrema ante la falta de pago o favores. Unos más hablan de un plan macabro para desestabilizar al nuevo gobierno. En fin. Las versiones corren como agua por redes sociales y medios digitales.
En este particular, parece que entre más rebuscada la versión es mejor para generar atención y vender teorías del “sospechosismo” que no se sostienen por ningún motivo. Hay que enfatizar que todas estas argumentaciones resultan inapropiadas y mezquinas.
No se puede concluir casi nada después de tener una tragedia de tales magnitudes como la que sufrieron la familia Moreno Valle – Alonso. Los accidentes suelen ser absurdos. Lo que en un momento transcurría con normalidad al segundo siguiente se vuelve complicado. Así es la vida.
Sin embargo, cuando una persona conocida pierde la vida en un accidente lo primero que se hace son especulaciones que no vienen al caso. Nos hace falta moderación en estos temas. Lo que vivimos hace unos días fue un concierto desafinado de teorías del complot que pueden ser atractivas al momento pero que con el tiempo llenan de nubarrones y confunden a los más enterados.
Las investigaciones se tendrán que realizar para aclarar que ocurrió con la aeronave que se accidentó hace días y donde viajaban cuatro personas que perdieron la vida. Entre ellos, el ex gobernador de Puebla y la gobernadora constitucional del mismo estado.
Esperemos que los expertos en la materia realicen un dictamen sobre la situación. Y después de esa versión hagamos los comentarios respectivos. Pero si adelantamos los juicios la sociedad se llena de nubarrones y se desatan los fantasmas de la especulación.
Es trágica la muerte de las personas pero también – y quizá con la misma magnitud – armar historias en torno a la muerte de quienes son figuras públicas. No nos alimentemos de aquellos que se benefician de la mala información. Esperemos tener elementos para realizar los análisis respectivos sin influencias ni tendencias que solo generan más confusión.
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