Asegura el investigador Francisco Patiño Cardona, que difiere respecto a versiones oficiales de lo sucedido el pasado viernes en la región de Tlahuelilpan, al afirmar que hubo acumulación de vapores de gasolina, y para que ocurriera la explosión, fue necesaria la flama de un encendedor, cerillo o cigarro.

Añadió que en su calidad de ingeniero químico metalúrgico con doctorado en química por la Universidad de Barcelona, le permiten emitir opiniones técnicas que contribuyan a esclarecer lo sucedido el pasado fin de semana, en el que dijo que, se registró el incidente más grave hasta el momento en la entidad con un costo de pérdida de vidas, personas lesionada y desparecidas.

En una fuga constante a presión de gasolina, que es la de más alto octanaje, libera sus moléculas en forma de vapor, por lo que es casi seguro que la fuga pudo haber iniciado alrededor de las 14:00 horas con una temperatura de al menos 20 grados y terminó aproximadamente a 16, y esa característica hizo que los gases que son más pesados, se depositaron a ras del suelo, donde se acumuló hasta que hubo un posible flamazo que ocasionó la explosión”.

Al mismo tiempo, el investigador, tras asegurar que lo instantáneo de la explosión produjo temperaturas superiores a mil 200 grados centígrados, que en caso de metales como la plata se volatiza y el oro ni siquiera pasa a liquido, sino que se convierte en gas, por lo que desafortunadamente las personas que estaban cerca se volatizaron y solamente quedaron cenizas.

De igual manera, el investigador manifestó que ante tales circunstancias, es necesario que las autoridades lleven a fondo las investigaciones y hasta sus últimas consecuencias, a fin de que el incidente no quede impune, ya que debe haber responsables de esta tragedia y que deben ser castigados conforme a derecho.

Patiño Cardona afirmó que, de acuerdo a una serie de cálculos realizados la explosión del ducto de Tlahuelilpan, con una fuga de aproximadamente cien mil litros que soltaron gases, fue el equivalente a 368 mil 421 cartuchos de dinamita, por lo que la explosión generó temperaturas hasta de mil 200 grados centígrados con una onda térmica de mil 500 metros por segundo, lo que significa que quienes estaban cerca del chorro, se volatizaron.