Cada quien vive la soledad de acuerdo a lo que piensa que esta significa…

Para algunos la soledad tiene el aroma de la tristeza y la desolación lo que le provoca un sabor amargo, otros la viven como el disfrute del encuentro consigo mismos, un tiempo de reflexión y de introspección en el que se recrean para luego compartir.

Lo cierto es que depende porqué, cuándo y cuánto se vive en soledad para que esta se goce o se sufra.

En alguna parte nos dijeron que estar solos está mal, que la gente solitaria está así porque nadie la quiere, y entonces nos obsesionamos con estar acompañados, a toda costa, cueste lo que cueste, incluso si no somos felices con quien estamos, pareciera qué hay que huirle a la soledad, que le tenemos miedo…

Cuando en realidad la soledad que más duele es la que se vive acompañados.

Esa que aparece cuando no estamos con las personas correctas, cuando a pesar de estar físicamente junto a alguien emocionalmente nos sentimos terriblemente solos.

Porque el bienestar no proviene del exterior sino de nuestro interior, esperar a que la compañía de otros nos aporte la única felicidad que tenemos es colocarnos en desventaja, dependeremos siempre de la voluntad de otra persona para estar bien y seguiremos huyendo de la soledad sin darnos cuenta de qué tal vez es lo que necesitamos para reencontrarnos con nosotros mismos y entonces si, si lo deseamos, acompañar y ser acompañados.

La soledad física no duele, hay gente qué pasa mucho tiempo a solas y la pasa bastante bien, porque emocionalmente se sienten completos.

Y hay personas que siempre están en grupo, que pasan muy poco tiempo a solas pero que no lo toleran, que constantemente están buscando en qué distraerse, cómo subirle el volumen a lo que sea con tal de no escucharse a sí mismos.

Y si, somos seres sociales, por naturaleza nos gusta estar acompañados, pertenecer a grupos, necesitamos las caricias de otros y ser vistos, pero lo deseable es que esta necesidad no nos lleve a pagar un costo demasiado alto, como perder la dignificad con tal de no quedarnos solos.

Lo que nos nutre emocionalmente es estar bien con nosotros mismos, tener vínculos importantes con un par de personas y fortalecer esos vínculos relacionándonos sanamente, es decir, sin apegos, construirnos una vida rica en sentido para que cuando algo cambie y nos toque estar solos sigamos experimentando el disfrute de estar vivos.

Al final la soledad tiene el aroma y el color que cada quien le imponga, desde cómo se viven, desde las carencias y las faltas o desde el acompañamiento propio.

Sin embargo, de cuando en cuando nos hace falta no estar con nadie más que uno mismo, escucharse, sentirse, descubrirse.

Cuanto menos toleremos la soledad más estaremos predispuestos a establecer relaciones dependientes, tóxicas o incluso destructivas.

Estar solo no está mal, lo que es doloroso es sentirse solo.

No cubramos la soledad con hábitos que afecten la salud, con falsas compañías ni con amores obsesivos o imaginarios… es bien cierto lo que dice el refrán: “ más vale solos que mal acompañados”… ¿Lo pensé o lo dije?

 

 

Twitter: @Lorepatchen

Conferencista, Psicología y Coaching

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